El más reciente artículo del peruano, publicado en Mi Zona – El Tiempo en su edición de 5 al 11 de agosto, estuvo destinado a hablar de la película ‘El triunfo del espíritu’, que cuenta la historia de Jesse Owens, el atleta estadounidense que, según varias versiones de la historia (la de Ubillús incluida), arruinó los Juegos Olímpicos que Adolf Hitler organizó en los años 30.

Sin embargo, el escrito ya tiene un error apenas en la segunda palabra: los Olímpicos de Berlín no fueron en 1939, como descuidadamente afirma el autor, sino en 1936. Primer indicio para desconfiar.

Después de eso, da por sentado lo que han repetido varios historiadores (?): que Hitler quería demostrar la supremacía de la raza aria con esos Juegos. Esa versión puede ser cierta, aunque también discutible, en la medida en que existen textos del propio ‘Führer’ en los que se evidencia que su interés era más económico que racial. Segunda desconfianza.

Pese a ello, ahí no termina el asunto. Una vez más Ubillús asume (como también han repetido sin parar varios historiadores de cartón) que, ante los triunfos de Owens, “fue tal la decepción de Hitler que abandonó el palco de honor en el estadio, para no verse obligado a estrechar la mano del vencedor”.

Sin embargo, una investigación más rigurosa lleva a concluir que es lamentable que se gasten palabras y espacios en un impreso para decir tal cosa. El Pittsburgh Post, en su edición del 24 de agosto de 1936, recoge una entrevista del propio Owens (adjunta al final) en la que afirma que el ‘Führer’ nunca fue displicente con él. El medio afirma que “Para Adolf Hitler, Owens no tuvo sino palabras amables”. De hecho (y tal vez para molestia de Ubillús y de todos los historiadores ligeros), en uno de sus apartes el atleta dice que “Antes de que él (Hitler) se fuera, yo estaba yendo a una transmisión y me lo crucé. Él me saludó con la mano y yo le devolví el saludo”.

Más adelante nombra todas las situaciones por las que debió pasar Owens antes de alcanzar su objetivo “a pesar de la discriminación racial de americanos y alemanes”. Pero una foto, en la que se ve a una multitud de alemanes pidiéndole un autógrafo al atleta, deja parte de su afirmación en el suelo. La otra parte, no tanto: en Estados Unidos, a su regreso, el presidente Roosvelt no lo quiso recibir en la Casa Blanca.

Jesse Owens firma autógrafos a una multitud de alemanes. Julio de 1936 | Getty Images / Jesse Owens firma autógrafos a una multitud de alemanes. Julio de 1936 | Getty Images

El resto de la columna es una descripción insulsa y tibia de la película sobre Owens, que le pareció buena a Ubillús. Con ese solo antecedente (es decir, con las constantes inexactitudes del especialista), por supuesto, parece que es muy poco conveniente ir a verla.

Pantallazo del artículo del Pittsburgh Post:

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