Son formas de trabajo que le hacen el esguince a la legalidad afectando de forma decidida el trabajo formal contribuyendo incluso a un aumento del desempleo. Ofrecen servicios por debajo de los costos reales, por lo que vuelven atractivos para el ciudadano más pobre o de precarias condiciones económicas especialmente, aunque todos quieren ahorrarse el dinero que más puedan.

La gran mayoría queremos comprar barato, porque ello se traduce (además del ahorro) en una especie de victoria moral, un desafío el no sentirse tumbado y sacarle tajada o ventaja a todo en lo posible. (Aunque es posible existan modelos de economía colborativa más progresistas y consecuentes, al menos en los nuevos que hoy se desarrollan).

La cultura del atajo: controvertida tendencia del Siglo XXI 

Con estos modelos las empresas de transporte y hoteles legalizadas que pagan impuestos se ven directamente afectadas, lo cual lleva a aumento del desempleo.

La llamada economía colaborativa es más bien una apología a la ‘cultura del atajo’ al facilismo y una moda que nos quieren vender como nueva tendencia del Siglo XXI. Pero en realidad no es más que la organización de un grupo de avispados que buscan y ofrecen atajos para lograr ganancias rápidas, pero eso sí difícilmente sostenibles.

Salvaje competencia para precarias ganancias

Es posible que un modelo de economía colaborativa funcione en regiones muy desarrolladas, donde no existe una salvaje competencia por alcanzar ‘pingües’ ganancias. Pero en un mundo emergente, apenas en desarrollo estos modelos afectan de forma decidida la economía formal, contribuyendo a reducir de forma alarmante la calidad del trabajo, estimulando la informalidad.

Uber por ejemplo recluta autos particulares para que trabajen como taxis, sin pagar los derechos de licencia (que normalmente son altos, están en algunos caso los cupos cercanos a los 100 millones de pesos). Además tampoco asumen los demás impuestos normales que como entes comerciales deben contribuir. De esta forma se afectan las empresas legales de taxis con sus conductores y miles de familias que dependen de ellos.

El Airbnb, un sistema aventurado 

En el caso de Airbnb es un sistema ‘casero’ para competir bajo cuerda con los hospedajes y hoteles formales. Con los establecimientos que están legalmente establecidos, organizados y formalizados. Este modelo ofrece alojamientos en casas y apartamentos particulares. Cualquiera lo puede hacer y por lo tanto no hay seguros hoteleros, ni ningún medio que los controle ni los regule.

Las reservas se hacen en una plataforma en Internet. Lo malo es que muchas veces las ofertas no son lo que las pintan. Hace unas semanas me tomé el trabajo de buscar en Bogotá un alojamiento por este medio. El contacto con el anfitrión no es fácil, es confuso y hasta peligroso porque no se sabe quien va a aparecer.

También es engorroso encontrar los lugares. Y al visitar en físico el sitio, no era con precisión lo que se ofertaba (la calidad puede dejar mucho que desear). Hace poco tiempo se conoció por medios de comunicación de una persona que fue robada por este sistema y muy recientemente en Barcelona varias familias fueron asaltadas por un escuadrón policial. Airbnb para no meterse en un lío más gordo debió de inmediato devolver los costos a los huéspedes. Ahora, salvo excepciones y necesidades especiales, usar este sistema puede ser aventurado y riesgoso.

Mototaxismo en entredicho 

Otra forma de economía colaborativa es el mototaxismo. Es ofrecer servicio de transporte público en moto, sin seguridad, legalidad y sanidad. Es también una competencia desleal al transporte público legalizado. Pero como este último no es muy simpático en Colombia, por la precariedad del servicio en muchas ciudades, los mototaxistas aprovechan ese hoyo y pretenden una legalización. Es cierto que dadas las condiciones epidémicas, desempleo y mal servicio del sistema público, el mototaximos no va a desaparecer en el país. Ni en el corto ni mediano plazo. En este caso hay que buscar soluciones alternativas y afines para intervenirlo. Y no se trata de maltratar a los llamado ‘motoratones’. Los enfrentamientos deben evitarse al máximo, buscando llegar a acuerdos, pero con dientes. Es decir con soluciones concretas. Esto amerita una gestión creativa de alto nivel.

Economía Justa Vs Economía Colaborativa

La tendencia progresista que hoy debe prevalecer es la de la Economía Justa, que al contrario de la llamada Economía Colaborativa, no atropella a los más pobres. La justicia financiera debe buscar la equidad en el derecho y usufructo de de bienes y servicios, más allá del facilismo que ofrece a unos pocos, la inventada economía colaborativa (en lo que hoy se conoce pragmáticamente en el medio).

Por ahora una especie de economía subterránea., al menos en sistemas como Uber, el mototaxismo criollo y el Airbnb. Es posible que en otros campos funcione con mayor legitimidad y seguramente perfeccionando y humanizando el modelo, por fin se constituya en innovación.

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