Aparte de las ya mencionadas en las nominaciones al Oscar, que naturalmente tienen su audiencia casi que asegurada, y naturalmente quitando La La land, película de la cual venía hablando yo desde febrero del año pasado cuando vi el primer afiche; quitando las grandes nominadas y las hermosuras hechas para niños, ya chuleadas en este momento todas, queda por ahí una película tímida y escondida dentro de la estantería de este gran supermercado llamado cine.

Película tímida pero que, así calladita como su protagonista, ha ganado premios en la Berlinale de 2016. Se llama Hedi.

Esta película es de Túnez, en el norte de África. Hedi es un muchacho muy tímido y callado, proveniente de la ciudad de Kairouan; es vendedor de carros, vive subyugado a las decisiones de su familia y pues en este orden de ideas está próximo a casarse con una linda muchacha, un poco simple y convencional. Como se diría, sin nada de pasión ni enamoramiento.

Resulta que dentro de las visitas que debe cumplir con los clientes de sus automóviles, conoce a una persona de una chispa totalmente diferente, nómada, con un aire mucho más desenfadado, más perceptiva respecto de los placeres y las diversiones que nos ofrece el mundo; asimismo y con toda la razón, Hedi se enamora de ella.

Debo decirlo, al principio la película se tornó muy lenta y hay escenas totalmente planas, sin ninguna música de fondo, que generaron total controversia con mi sistema nervioso central y con mi ánimo. Luego todo fue mejorando.

A Hedi le gusta pintar cómics, un poco solitarios y extraños como su personalidad; su estilo se me pareció mucho al caricaturista Moebius. Él pinta como escape, creería yo, y bueno, conoce a alguien que le cambia sus paradigmas, lo anima a bailar, a meterse al mar, a besarse así medio intempestivamente, a no pensar tanto.

Entonces entran los choques: lo que ya él tiene establecido como futuro, con una niña desabrida pero con la aceptación de toda su familia, o lo que le ofrece el nuevo futuro, el amor y la pasión con otra mujer un poco más madura pero con más emoción. ¿Qué decide?

¿Bajo qué preceptos se guiará este pobre Hedi al momento de seguir su futuro? ¿Tomará las mejores decisiones y se arriesgará o seguirá en el cúmulo incesante de cosas predecibles y faltas de amor?

Tal vez esa pregunta mucha gente se la haga, pero también es cierto que no todos los finales son los esperados y que no todos son lo suficientemente valientes.

Me encanta ver películas de otras culturas. Túnez, un país que tal vez nunca conozcamos, un país ajeno y distante. Pero allá, en todo lado, siempre surge el amor, a veces de la forma menos esperada, en medio de un viaje de negocios, en el lobby de un hotel. En el tráfico de la vida y en los buses. A veces es necesario que él tome decisiones, igual todos nos vamos a morir algún día. Él debe vivirlo.

Diría yo que en la vida aparecen personas que sirven de catalizadores. A Hedi le apareció su persona, ahí en 90 minutos pueden ver la historia y si se animan a contarme sus percepciones, fantástico. ¡Saludos!

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