Hoy en día, en pleno 2016, más de 20 años después de los mejores tiempos de Guns N’ Roses, hay una gran cantidad de jóvenes que nacieron después 1994 y ahora son fuertes seguidores de la banda.

Pero ellos no son los únicos adolescentes que han sido encantados por la música de este grupo. Les pasó, como era obvio, a los de finales de los 80 y principios de los noventa que vieron a los Guns N’ Roses en todo su esplendor.

También sucedió cuando el mundo estaba preocupado por el Y2K y el siglo 21 se acercaba.

Yo mismo soy un ejemplo de esa euforia juvenil por Guns N’ Roses. Hace 17 años, cuando tenía 14, el primer CD que compré con mis ahorros fue justamente el ‘Appetite for Destruction’, el primer álbum estudio de la banda.

Al poco tiempo le siguieron otros discos del grupo, como el ‘Use Your Illusion I’.

Para ese año, 1999, Guns N’ Roses vivía de la promesa de un álbum que llegó mucho tiempo después (2008): el ‘Chinese Democracy’.

A pesar de eso, la música del pasado glorioso de la banda seguía sonando a la par con los lanzamientos del momento. Y eso todavía sucede.

¿Por qué los canciones viejas siguen vigentes? ¿Por qué aún Guns N’ Roses despierta tantas emociones?

¿Por qué ‘Sweet Child O’ Mine’, una canción de hace casi 30 años, todavía suena en las emisoras de radio?

La respuesta, tal vez, puede estar en un artículo que publicó la revista cultural Jot Down en 2011.

Ese texto plantea que no ha vuelto a existir una banda que, como Guns N’ Roses, nazca como algo joven y llegue a la cima para encantar a adolescentes de todo el mundo y de forma masiva, casi al tiempo. Ni siquiera Nirvana, con todo y su historia, ha sido tan popular.

Por eso, mismo Jot Down llama a ‘Guns N’ Roses’ la última gran banda de rock.

Sin embargo, eso aún no responde las preguntas. Pareciera, entonces, que la euforia por Guns N’ Roses salta de generación en generación como una especie de nostalgia heredada de algo que no se vivió.

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