La primera vuelta de las Primarias para elegir el candidato que representará a los “Républicains”, en las elecciones presidenciales de Francia en el 2017 , no solo dio el triunfo incontestable al ex primer ministro François Fillon sino que dejó a la deriva el futuro político del expresidente Nicolas Sarkozy y de paso, en peligro el futuro de otro, el del ex primer ministro, Alain Juppé.

Este último deberá enfrentarse de nuevo a François Fillon el próximo domingo en una segunda y última vuelta. Dos pesos pesados del principal partido de derecha en Francia están ahora fuera de juego o en la cuerda floja a causa de un candidato considerado hace poco como un “outsider”, y llamado también “el tercer hombre”, antes de su aplastante victoria. Si gana este domingo en segunda vuelta, puede que sea el próximo presidente de Francia.

Le Figaro

En esta recta final de la elección la prensa francesa ya entró en combate. Por un lado vemos el vespertino Le Monde que en su usual estilo moderado habla del revolcón que sufrió monsieur Nicolas Sarkozy, “descartado sin piedad » por aquellos que votaron por monsieur François Fillon.

Por otro lado, el diario Libération, más partidista y comprometido, que escoge en su primera página de este martes un fotomontaje del posible futuro candidato coronado con el peinado característico de Margaret Thatcher para significar a sus lectores que el pueblo francés de derecha está a punto de elegir una copia conforme de la ex primera ministra británica ya fallecida, para un país moderado como Francia.

Los votantes que mandaron a la jubilación al expresidente Nicolas Sarkozy, el favorito de los sondeos, no solo lo sacaron de juego a él sino que también pusieron en peligro el proyecto político del otro favorito, el ex primer ministro Alain Juppé, heredero de Jacques Chirac. François Fillon explica su triunfo con estas frases: “Durante meses y meses me he forjado un camino, con calma, con seriedad, con un proyecto político preciso y potente”.

Portada de Liberation

Libération, noviembre 22 de 2016

Queda por saber ahora si la nueva etiqueta de thatcherista que le pegan al candidato Fillon lo afectará hasta el punto de hacerlo perder. Es posible que sí, o que por el contrario refuerce la inmunidad que ha demostrado tener, puesto que las etiquetas parecen hacer parte de su nombre: François Fillon era hasta ayer, (la semana pasada) el candidato aburrido, opaco, taciturno y sin carisma, el típico hombre político que nadie vio venir pero que, terminó por imponerse.

El candidato outsider, que comenzó su campaña “contra viento y marea”, ha ganado la primera vuelta pese a un programa de austeridad.

François Fillon no cesa de repetir en todos sus mítines que bajará el gasto público reduciendo el número funcionarios, que impondrá la jornada laboral de 35 horas a 39 horas por semana, que aumentará la edad de la jubilación a 65 años en lugar de 62. Habla también de devolverle a Francia el gusto por el asunto francés en estos tiempos en que impera la visión de un ente llamado Unión Europea, que ahoga toda noción de pertenencia a una nación en aras de una pertenencia a una universalidad…

La izquierda francesa y los moderados de centro y de derecha, con Alain Juppé a la cabeza, juzgan a François Fillon como ultra conservador, ultracatólico, ultraliberal, “a lo cual, replicó hace poco el periodista de televisión Jean-Michel Aphatie habría que añadir el de un candidato ultraconcentrado, ultraserio, ultraeficaz”.

Después del Brexit en Gran Gretaña, de la victoria de Donald Trump en Estados Unidos, Francia tiene ahora como posible candidato de la derecha a un hombre que se teme por rigorista y “por fuera del sistema dominante” aunque aquí no se acepten esas comparaciones.

No hay que olvidar que François Fillon fue el Primer Ministro de Nicolas Sarkozy durante los cinco años de su gobierno. De ahí que él herede también los errores de esa presidencia. Pero los franceses parecen dispuestos a disociarlo de su jefe, que cuando lo era lo llamaba su “colaborador”, o peor, “un pobre hombre”, según lo cuenta ahora la prensa.

Sus enemigos lo llaman también Mister nobody, por aquello de lo invisible, discreto, segundo de… y en asuntos económicos y como lo ilustra la portada de Libération, tan violento como Margaret Thactcher, que acabó con los sindicatos y por ende con la clase obrera británica.

No obstante, lo que más parece chocar de François Fillon es que haya sido apoyado por grupos de la ultraderecha católica en este país que se dice laico. En el fondo François Fillon es un hombre que ha vivido sin los sobresaltos de varios de sus contemporáneos. No viene de una familia recompuesta, ni la suya lo es, a diferencia de las experiencias personales de Alain Juppé y Nicolas Sarkozy que se han casado más de una vez y que de cada matrimonio tienen una progenitura. François Fillon dice vivir una vida armoniosa desde hace décadas con su esposa Penélope. Por ella, que es inglesa, es posible que se conjugue en su hogar el encuentro de dos culturas, el mundo anglosajón y el latino.

También choca y en particular a la clase política francesa, que François Fillon defienda la necesidad de Francia de mejorar su diplomacia mejorando sus relaciones con Rusia. Vale decir que en este momento están completamente planas debido a la visión que tienen los dos países del manejo de la guerra en Siria.

Mientras que el presidente François Hollande no reconoce en el presidente sirio Bachar el Asad un interlocutor idóneo y fustiga el doble juego de Vladimir Putin en el campo de batalla sirio, François Fillon defiende un acercamiento común, que podría ir hasta con el presidente de Irán, todo ello para poder establecer un dialogo que ponga un término a esa guerra.

François Fillon reconoce un solo objetivo: atacar el Estado Islámico. Pero, ese asunto de la diplomacia francesa es manejado hoy como un tabú.

En cuestiones sociales, el posible candidato a la elección presidencial amenaza también con desmontar uno de los pocos logros del actual presidente François Hollande: la adopción plena para parejas homosexuales.

Los franceses católicos y tradicionalistas diseminados en el 1.754.766 de votos de los cerca de 4 millones que se depositaron en más de 10 mil mesas de votación, le han dado el aval a François Fillon para que haga caer ese derecho. Lo explican por la necesidad de proteger los lazos filiales de los niños con sus padres biológicos.

En esta contienda que logró movilizar a los franceses como se si tratara de una elección presidencial, François Fillon ganó, por decirle así, con un aplastante 44% frente al modesto 28% que alcanzó Alain Juppé y a un desolador 20% que le tocó a Nicolas Sarkozy, los dos favoritos hasta que el hechizo de los sondeos se esfumó en la realidad de las urnas.

Al leer la cartografía de estas Primarias notamos que François Fillon perdió en una parte de la región del sur occidente de Francia y en la Isla de Córcega, incluida en Región Metropolitana. También perdió en departamentos de Ultramar como la Isla Reunión, Mayota, la Guyana Francesa y en las Antillas Francesas, con excepción de la Isla de San Bartolomé. En esos territorios dominaron los votos para Nicolas Sarkozy y Alain Juppé.

Este modelo de “selección democrática de candidato” impuesto justamente por Nicolas Sarkozy para el bien de su partido, ha tenido un costo político muy alto para él que fue su principal artífice.

El domingo 27 de noviembre tendrá lugar la segunda vuelta de la elección del candidato entre François Fillon y Alain Juppé, amigos desde hace 30 años, quizá por ello fueron cordiales durante la primera vuelta pero ahora se ven convertidos en adversarios irreductibles si se juzga el contenido de sus últimas declaraciones. Para Juppé el candidato Fillon está cerca de la extrema derecha, para Fillon el candidato Juppé ha perdido su libertad…

A sus 71 años de edad Alain Juppé puede volver a perder y François Fillon a sus 62 años puede volver a ganar, es lo que pronostican los sondeos de opinión hoy, con más conocimiento de causa. Pero nada está escrito de antemano mientras el elector tenga el poder de poder jugar con los nervios de todo el mundo ocultando el nombre de su candidato favorito hasta el último momento. En ese sentido la respuesta ya no está en los hombres políticos sino en el poder de la gente.

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