Este grupo de personas, encargadas de proteger la vida de personas cuya integridad corre peligro, vienen siendo hace varios años un dolor de cabeza para los ciudadanos que vivimos en la capital de Colombia.

Sin importarles en lo más mínimo el bienestar y la movilidad de los bogotanos, estos personajes se han otorgado a si mismos derechos que nadie más tiene.

Con sus inmensas e intimidantes camionetas, es común encontrarlos estacionados de forma prohibida afuera de los restaurantes más reconocidos de la capital. A pesar de que son evidentes las señales de tránsito que les indican que ahí no pueden dejar sus vehículos, los escoltas, en muchas ocasiones acompañados de uniformados de la policía, hacen lo que se les da la gana.

Adicional a esto, no han podido entender que la única persona que tiene el derecho de detener el tráfico para movilizarse con mayor rapidez es el Presidente de la República.

Como si estuvieran en una película de acción, los escoltas colapsan el ya caótico tráfico capitalino para que sus patrones no tengan que sufrir el trancón. Con total desprecio por las demás personas, usan sus motos y camionetas para cerrar el paso de los demás y abrir vía a su protegido. Lastimosamente, en estas ocasiones también es común ver a uniformados de la policía.

Y para colmo de males, son divas. Reclamarle algo a un escolta es poner en peligro la vida. Pedirle que mueva el carro porque está mal parqueado o no darle el paso a uno de sus vehículos puede terminar en una amenaza con arma de fuego; los casos son varios.

Además de los escoltas, la Policía Metropolitana de Bogotá es una de las principales culpables de este mal. Aunque la policía sabe dónde los pueden encontrar a diario mal parqueados (por si no lo saben, acá algunos lugares… Zona G, Zona T y Parque de la 93), no hace nada para evitar que estos señores incumplan con las normas de tránsito. Es más, en muchas ocasiones es un policía el que está ahí al lado de ellos charlando mientras una camioneta destruye el tráfico de una zona.

Por último, es importante aclarar que la culpa también recae en los ‘protegidos’. El político, empresario, famoso o cualquier otro tipo de personaje que tenga asignado un grupo de escoltas es tan culpable como el escolta mismo. En muchas ocasiones, por pura comodidad, es el patrón el que le dice a los guardaespaldas que incumpla la ley, pues considera que él es más importante que los demás y, por ende, tiene el derecho.

Ojalá las autoridades pertinentes se pongan del lado del ciudadano y defiendan los derechos de quienes no tenemos un carro blindado o un arma en el bolsillo. Ojalá tomen todas las medidas necesarias para que el ‘poderoso’ deje de abusar y cumpla con las normas que nos rigen a todos.

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