Para todos nosotros es difícil tener una postura racional para con el plebiscito, por lo que implica. En Colombia la incipiente democracia ha sido históricamente fundamentada en discursos emotivos, amenazantes, populistas; pero de argumentos ha sido pobrísima.

Este plebiscito no escapa a esa maldad. Las figuras anquilosadas políticas son la cara por el SI y por el NO. Los acuerdos han sido publicados a medias e interpretados según quien que lo hace. Oficialmente, claro, todavía no tenemos el documento, la letra menuda no se ha leído. Pero al final, los que tienen la sartén por el mango son las Farc.

Han logrado que la negociación se haga dónde quieren, con los garantes que quieren, con los puntos que les convienen; y con un Estado que ha carcomido su credibilidad por la corrupción, la negligencia de la economía, la salud y la soberanía nacional, es decir, un gobierno dispuesto a aceptar las condiciones. Las Farc tienen poco que perder pues se han fortalecido; el gobierno y el país, sí tenemos mucho que perder.

Para mí, es obvio que el SI va a ganar el plebiscito. Por un lado está la ilusión de paz, por otra la presión de las Farc. Es ingenuo pensar que el gobierno y las Farc dejen sus acuerdos en manos del azar, y que un eventual NO gane.

Hay que estar atentos al aumento de deuda con la “mermelada”, pues estamos en la “carrera” por el SI y por el NO, y el gobierno tiene que pagar favores políticos para que la campaña del SI tenga aire.

Por el lado del NO, los argumentos son vagos, más amenazantes, y no dan una alternativa diferente a continuar el conflicto, lo que le resta adeptos, aun cuando las “encuestas” le den un alto margen de seguidores. Y aun cuando gane el NO, el plebiscito no es obligante y no tiene poder de modificar la Constitución, a diferencia del referendo.

Hay que recordar que la Constitución tiene un pequeño artículo, el cual puede ser esgrimido en eventual NO del plebiscito.

El artículo es el No 22 de la Constitución de Colombia y dice: La paz es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento. Este nunca ha sido ejecutado por el Ejecutivo, Legislativo o Judicial; pero estoy convencido que será un caballito de batalla, si en el plebiscito fallan las cuentas de la “mermelada” y gana el NO.

Por otro lado, sólo hay que remitirse a la Ley 134 de 1994 la cual expresa que el plebiscito es una forma de consulta para que el pueblo apruebe o no una decisión del Ejecutivo, no tiene poder para modificar la Constitución.

Es decir, en una remota victoria del NO, el Acto Legislativo para la Paz y el Artículo 22 de la Constitución serán, entre otras, la defensa para continuar con el proceso y firmar con las Farc.

Hoy por hoy, las Farc son más poderosas que nunca, con apoyo internacional y recursos financieros garantizados; frente a un Estado débil y corrupto, y una sociedad dividida y sin moral.

Aplazaremos el conflicto y lo transformaremos en populismo. Colombia tiene una deuda impagable, inflación, crecimiento económico insuficiente para la inversión,  y una sociedad forjada en la narco-economía. Estos ingredientes impiden pensar en un país próspero, aun con un SI.

No existe un plan estratégico de largo plazo que involucre la academia, el sector productivo, las organizaciones sociales y el gobierno en la construcción conjunta de un desarrollo social y económico.  Se habla mucho y se escribe mucho por la paz, pero no hay ejecución.

Y lo estamos viendo con la economía débil, un medio ambiente contra las cuerdas, el populismo en auge, infraestructura incipiente, paros, reclamos de ciudadanos de regiones enteras abandonadas, la muerte de niños por hambre, el robo de los recursos nacionales.

Al final, el SI está sustentado en ilusiones y emociones, pero no hay Estado que traduzca esas ilusiones en realidades. El reto no es votar SI, el reto es traducirlo en acciones que requieren reconformar el significado de ser “colombiano”, y eso no lo estamos haciendo.

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