Lo más escogido de la visión represiva de la sociedad colombiana en materia de la vida cotidiana y de las llamadas contravenciones policiales, ha sido reunido en el Nuevo Código de Policía, una antología del securitarismo a ultranza, que se ha nutrido de las doctrinas conservadoras restrictivas de las libertades, antigarantistas, de la Seguridad Democrática falso positiva de Uribe y hasta del atroz Estatuto de Seguridad, instituido hace casi 40 años por el inefable Julio César Turbay. Y me ocupo acá de señalar lo que considero sus defectos, entre otras virtudes.

La ciudadanía “infractora” será castigada y gravada con una cascada de multas.

Más allá de las características mismas de las normas nuevas y del descomunal valor de las multas para los sectores populares, antes que nada, el nuevo código acaba de abrirle la puerta de par en par a la corrupción.

Para nadie es un secreto que buena parte de la policía que actúa en las calles de las ciudades, en los campos y en las carreteras, en porcentajes importantísimos, pide y recibe “mordidas” para sacar de los problemas a ciudadanos igualmente venales y corrompidos. Como se palpa a diario, esta práctica delincuencial de quienes deben perseguir a la delincuencia, se manifiesta sobre todo en el caso de las infracciones de tránsito.

Pero ahora la gama se amplía a todo tipo de infracciones contempladas en el nuevo código. Imagínense ustedes el nivel al que puede llegar la corrupción policial y de contera ciudadana, cuando se trata de multas por ruido, por meada o por simplemente gritar en la calle “abajo”. Si ya esos índices de corrupción desbordan toda expectativa de una sociedad organizada teóricamente en un sistema de leyes que la policía debe hacer cumplir, una sociedad en la cual el “torcido” es cultura, ¿cómo serán ahora esas cifras? ¡De espanto!

Agregándole a ello que los comparendos o multas y los arrestos, se pueden hacer al criterio del policía. Me temo que hay dos problemas: el criterio, en no pocos casos, será el dinero a sacar y no es que la educación policial sea tan buena como para creernos que los policías en Colombia, en no pocas ocasiones odiados por la población, tengan criterios objetivos. Claro que ellos también, en tanto que gentes del pueblo, son víctimas de la inequidad, del atraso y de la falta de educación.

Dirán los securitaristas que el nuevo código es disuasivo. Que su articulado va a conducir a la gente a no gargajear en la calle, a no darse de trompadas y que entonces habrá menos infracciones y en consecuencia menos plata para el Estado o para los policías corruptos. ¡Que va! Sería tanto como pretender que sin educación, sin conocimiento, justamente sin cultura, y por el mero hecho de publicar y poner en marchas esas nuevas normas, los colombianos de un día para otro nos volviéramos daneses…

Supongamos que si, que son necesarias esas normas en no pocos casos ultrarepresivas y mega restrictivas de las libertades. Pero aplicarlas sin proceso prolongados de educación, de transformación social, de equidad, va a ser imposible.

El nuevo código es la típica línea mediocre y del menor esfuerzo para tratar de meter dentro de la ley a sectores amplísimos de la población que practican el avionismo o el CVY. Solo la educación prolongada (no solo en las aulas) y la paz social, podrían cambiar los malos hábitos de la gente y de la policía.

Pero echadas las cartas, lo menos que podrían hacer las directivas de la PNC sería tratar de ponerle coto al esperado desbordamiento de la corrupción entre sus huestes. Deben hacerlo, no es fácil. ¿Pero existe voluntad de hacerlo desde la óptica de un general que se gana $16.471.000?

Conozco personalmente policías de bajo grado, patrulleros rasos, a los 30 años con tres apartamentos, dos carros y buena cuenta de ahorros. ¿Sale eso de un salario que llega a los $ 1.352.900 mensuales? Claro que no. Sale de la calle. Del bolsillo del corruptor.

Hay que agregarle al caso de la corrupción específica y cotidiana, otros y muchos delitos de marca mayor y de toda clase, desde el robo hasta el secuestro (habría que tener la estadística nunca mostrada) a los que están y han estado vinculados miembros activos o retirados de las Fuerzas Militares. Se cuentan por decenas de miles o centenares de miles. Saquen ustedes la conclusión sobre las dinámicas del delito en Colombia y la participación en ellas de individuos y de pequeños y grandes carteles relacionados de una u otra manera con los uniformes.

Algunos detalles del código:

La policía en su acción puede grabar todo. ¿También los ciudadanos afectados?

O más bien ¿el celular terminará destrozado debajo de una bota?

Multa por ocupación indebida del espacio público. Eso es tan amplio como el mar.

Va desde la represión al trabajo de los vendedores callejeros hasta prohibir una reunión de tres personas en la banca de un parque por “sospecha”.

Allanamiento sin orden escrita. Puro turbayismo inconstitucional. La policía con razón o con cualquier pretexto se le meterá al rancho a la gente. Grave atentado, por ejemplo, contra los líderes y el propio movimiento popular, sujeto permanente de represión.

Hacer las necesidades en la calle. Si, fea cosa. Pero ¿dónde están los baños públicos en Colombia para evitar pagar por una meadita $735.41?

El nuevo código ataca alevemente los derechos de las poblaciones vulnerables, vulnera a los pobres, implica represión e intolerancia hacia los sectores de la diversidad sexual y, agréguenle a eso la norma al servicio del racismo y el clasismo a través de su interpretación subjetiva y cotidiana.

¿Con qué derecho una sociedad y un Estado que no garantizan ni empleo, ni tampoco trabajo estable, se permiten prohibir las ventas ambulantes hasta en los buses? Inconstitucional y de mala fe.

La adaptación de la sociedad al Gran hermano de George Orwell que todo lo ve y todo lo controla, viola la intimidad, el derecho a la reunión y a la protesta. Todas las cámaras estarán conectadas a la policía. Todos somos sospechosos.

En otras partes del mundo también se prohíbe beber alcohol en la calle. ¡Ja! En esos lugares y en Colombia, los rumberos se las arreglarán para encaletar el trago.

Los actos sexuales que generen molestia a la comunidad serán objeto del código.

¿Cuáles actos, cual comunidad? A mí no me molesta ver a los gays besándose y ni siquiera una pareja haciendo el amor en el parque. ¿Multa por un “bluyinaso” en la plaza? Si, lo que le parezca a… la policía, en éste y en todos los casos. Según el leal saber y entender de los agentes… ¿Por ejemplo, expulsar de lo público a las minorías étnicas y sexuales?

Y entre más pobre, más fregado. Si usted lo detienen por una contravención y no tiene plata para la multa de 700 lucas o no tiene 50.00 o 100.000 pesos para el policía (promedio de la actual “cuota” en casos de tránsito) pues será arrestado.

Y más. Si se cuela en Transmilenio por mañoso o porque no tiene con qué pagar el tiquete, ¿con qué va a pagar la multa de $184.000 ? ¡A la cana!

$300.000 por rayar paredes. Vuelve la pregunta: ¿qué es rayón y que es grafiti y arte? Se sabrá finalmente, bajo el criterio de la educación “estética” de los policías. ¡Qué risa!

Si su rebusque es la música, hasta luego. $200.000 de multa por vallenato o por bolero.

El Nuevo Código de Policía va a permitir un aumento del abuso del poder policial, de la corrupción de doble vía, restringirá las libertades de protesta y movilización, restringirá de hecho los derechos y será objeto de muchas demandas por inconstitucionalidad. Aumentará los riesgos ciudadanos de ser objeto del bolillo y de la pata, dentro de un estado policial. En síntesis, un adefesio decimonónico y retardatario.

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