La victoria de Donald Trump en las elecciones estadounidenses, que muchos medios han calificado de sorpresiva, en realidad era algo predecible. El magnate, sin dudas representante del horror, la misoginia y el machismo, finalmente encarna varios sentimientos que tienen la mayoría de ciudadanos de ese país: el odio al islam y a los inmigrantes. Y ese odio no es sino otra forma de miedo: cuando se le teme a algo, siempre se va a querer evitarlo. Así pues, más que Trump, fueron el odio y el miedo los que ganaron.

Sin embargo, esa no es la única muestra de que el miedo es el que lleva a la victoria a los personajes (o a tomar las decisiones) más siniestros: el ‘Brexit’, la salida del Reino Unido de la Unión Europea, se dio por el mismo motivo: el miedo a los inmigrantes, sumado a la impotencia del Reino Unido por no poder ser un referente determinante en Europa (al menos al nivel de Alemania, por ejemplo), a pesar de haber ayudado al rescate económico de algunas naciones. Pero nada de eso pesa tanto como la cuestión de los inmigrantes, el temor a ellos, que produjo la ruptura de una alianza continental que data de hace varias décadas.

De igual forma, en Colombia el miedo se juntó con la ignorancia y la estrategia poco ética de un sector, y desembocó en la ruptura de la oportunidad más cercana que se ha tenido de alcanzar la paz con la guerrilla que más daño le ha hecho al país. El miedo a base de mentiras lo logró, y el ‘No’ (no el que niega para afirmar, como dice Camus, sino el que niega sólo por negar) ganó en el plebiscito del 2 de octubre.

Pero la cuestión del miedo no es nueva. A principios de este siglo, las Farc eran el grupo que más miedo generaba en la sociedad. Y fue precisamente ese miedo, sumado a una simple fotografía del líder de ese grupo, ‘Tirofijo’, con el entonces candidato Andrés Pastrana el que llevó a este último al poder. No fue la foto sino el miedo el que puso al país a nadar (nada por aquí, nada por allá) a la deriva por cuatro años.

Y como se dice que “el miedo es el motor de la derecha”, hoy el mundo es partidario de esa derecha que divide, que crea muros, que mete miedo, no de una derecha, digamos, respetable. Sentir miedo es legítimo, por supuesto, pero no lo es cuando es usado para favorecer a un puñado de personas que simplemente se quieren aferrar al poder. Ese miedo es el que tiene al mundo al borde del abismo, y es el que tendrá a Trump sentado en la poltrona más cómoda de la Casa Blanca por los próximos 4 años.

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