¡Buenas las tengan! Donald Trump aparentemente, si el espacio-tiempo sigue su curso habitual y nada extraordinario sobreviene, va a ser el candidato por el partido republicano en las elecciones presidenciales de Estados Unidos.

Esto supone un verdadero despropósito y no deja de ser abracadabrante cada vez que me hago a la idea.

Al principio todo eran risas. Los comediantes y presentadores de talkshows (refiérase a esos  programas parecidos al chirriadísimo de Yo, José Gabriel) agradecían al bufón de Trump por su atrevida astucia al presentarse a unas elecciones con tantos candidatos arguyendo que iba a ser una fuente inagotable de bromas y más aún, le imploraban  que no desistiera en su intención de llegar a la casa blanca por ningún motivo. Bueno, así pasó. Todos empezaron a ridiculizarlo: Por ahí salió una edición del Daily News vaticinando la caída del candidato en el que aparecía con maquillaje de payaso triste, hicieron personificaciones del magnate,  hicieron parodias etc.

Pero este pelafustán salió indemne pese a todos los escándalos creados por sus comentarios racistas y sin filtro alguno. La cosa se puso color de hormiga cuando empezó a subir en las encuestas y finalmente a ganar las elecciones primarias en los estados; eliminó a todos  sus competidores y lo que empezó como un chiste malo terminó en que  Trump se burló de todos sus adversarios y de todos sus contradictores. Ni él mismo se imaginó en lo que resultaría su campaña (bien jugado Donald).

Todo esto y más me hace recordar las espurias profecías del famoso astrológo francés Nostradamus cuando anunciaba la venida del tercer anticristo. En sus versos nada específicos y peliagudos, que pueden ser objeto de mil y una interpretaciones, sugieren que ya han pasado dos anticristos encarnados por Napoleón y Hitler y que  anuncia la llegada de un tercero con el nombre de Mabus. ¿Acaso estamos ad portas de presenciar la llegada del tercer anticristo personificado por el chiflamicas de Trump? ¿Aquel que desencadenará un horrible destino para bestias y gentes? ¿Para quién la busca, la venganza se verá?

¡Ayyyyyyy hombe! Dicen que todas las personas terminan por defraudarte. En mi caso,  las personas me decepcionan cada vez más y más (…y más). Y con situaciones como estas el sentimiento cambia de forma gradual de marcada saña a simple y apacible desencanto. Y es que da la impresión que la humanidad no tiene salvación alguna. La raza humana tiene la tendencia a hacer cosas tan atroces y despreciables que pareciera que lo mejor que le puede ocurrir a este mundo es la extinción de la especie humana pero para anteayer es tarde.

Un país debe estar muy atormentado (jodido) para que si quiera considere apoyar a un chupantintas como Trump. Un tipo que nunca ha ocupado un cargo público, un jeñor que  va diciendo cuanta pendejada se le va ocurriendo, alguien que cuenta entre sus mayores logros ser parte de un programa de reality. ¡Si, un puñetero reality! (Eso es como si a Maluma le diera por interpretar las obras de Mozart o  Mahler).

Pero bueno, siendo sensatos, las actitudes de Trump no son las únicas propias de gente sin ningún tipo de cualidades para ejercer la política. O si no acuérdese de Hussein, Gadafi, Berlusconi, Maduro o el mismísimo Putin (ese si es que es una joya). Lo preocupante del caso es que haya gente que exalte a esta calaña de personajes; lo que hace que, inmediatamente, uno se  cuestione el grado tal al que puede llegar la estupidez humana.

Y es que nunca en mi vida me sentí tan avergonzado de haber nacido en Colombia  hasta que  vi a esa señora colombiana que se subió a la tarima donde estaba este saltimbanqui y a grito herido espetó su apoyo a su candidatura “rumbo a la casa blanca”. Ciertamente pensé en quemar mi pasaporte y nunca más pisar el suelo que me vio nacer. No quería tener el más mínimo parentesco con aquella señora. Ni el idioma, ni los genes chibchas, ni la sabrosura,  ni la resiliencia, ni nada.

La realidad supera a la ficción y acá la superó con creces. Falta ver si Clinton o Sanders pueden detener el absurdo llamado Donald Trump. Pero igual, el daño hecho está; le queda uno un mal sabor de boca; ese que la humanidad en vez de ir hacia un progreso inequívoco va de nuevo en dirección el tercer Reich; que hay algo completamente malsano y purulento dentro de cada uno de nosotros.

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