La nana, como llama a esa abnegada mujer que se encarga de cuidarlo y al tiempo mantener en orden la casa, sigue sus órdenes. Es un hogar que busca ser de estrato seis, donde papá y mamá trabajan sin descanso, a cambio de la soledad de un pequeño tirano que impone su voz en su reino.

Alguna vez escuchaba decir que debería existir una cátedra para educar a los padres. Sin embargo, en nuestro tiempo se ha vuelto muy difícil entender la manera correcta de educar a los niños. Mientras en los estratos altos, madre y padre deben trabajar sin descanso para mantener el nivel de vida. En los niveles bajos es muy común que las mamás críen solas a sus pequeños.

Como en el libro de Antoine de Saint Exupery, la soledad es el rasgo predominante de estos “principitos”, así sea por estar en manos de su nana o cuidadora, o por estar a cargo de sus hermanos o en su pequeña pieza, que es su hogar.

Y ahora aparece un tema delicado y candente: ¿cómo educar a nuestros hijos? Cómo lograr que en esos breves minutos en que los padres estén con sus hijos puedan lograr hacerles entender lo que es importante para hacer, no solo niños felices sino, adultos responsables.

Los europeos, que han sido pioneros en la educación, se enfrentan a una dicotomía. Mientras la mayor parte de la comunidad europea propende por la protección a rajatabla de los menores; los franceses mantienen la idea de que la mejor manera de educar a un niño es a través de un castigo moderado, así sea físico, como una nalgada.

Otra duda es cómo manejar las retahílas, cómo lograr regañar sin cantaleta. En este sentido también aparece una posición clara. Los franceses entienden que las palabras deben ser cortas y directas. Actitudes y posturas directas y claras, pueden enseñar mucho más que una interminable cantaleta.

Hace un tiempo se hablaba de que la televisión era la niñera del siglo XX; ahora se podría decir que los computadores personales y más aún los celulares lo son para el siglo XXI. Y de que manera restringir el uso de estos elementos, de esta tecnología de punta, que no educa y que permite que los pequeños accedan a toda clase de información, alguna bastante nociva para la adecuada formación de los niños.

Sin duda los padres educan como fueron educados. Sin embargo, la mayoría de nosotros, de quienes nacimos en la década de los sesenta o setenta, tuvimos unos padres estrictos; mientras que ahora como padres hemos perdido ese nivel de autoridad.

Ese fenómeno se da, tal vez, porque muchos de quienes nacieron en esas décadas han sido padres a una edad mayor. En muchos casos por encima de los cuarenta años. Lo que hace que haya una especie de desgaste y actitud laxa, de cansancio, que dificulta la imposición de una adecuada disciplina.

El tema del hijo único, resulta bastante complicado para los procesos pedagógicos. Ya que el ejemplo, de la adecuada comparación y hasta la motivación, eran procesos que contribuían para que en los hogares se dieran mecanismos de educación, “de que los mayores enseñaran a sus hermanitos menores”.

La situación es compleja; y se debe llevar a un proceso de análisis y discusión para mejorar la formación de “nuestros principitos”. El futuro de la sociedad está en manos de estos seres. Hay que ver cómo rescatar antiguas normas de conductas, hay que ver cómo entender que los castigos moderados y la disciplina sirven para generar mejores hombres y mujeres, y en general futuros buenos ciudadanos.

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