La muerte de aquel hombre, de aquel cura que irradiaba respeto y que todos los que pasamos por las aulas del Colegio San Carlos quisimos, fue una puñalada al corazón esta mañana cuando encendí el teléfono y el primer mensaje que me llegó de un amigo sancarlista fue tan lamentable hecho.

Sí, puede que muchas personas no hayan conocido al padre Francis Wehri o ignoren siquiera la gran marca que dejó, no solo en mí, sino en los miles de alumnos y exalumnos que nos graduamos del San Carlos.

Aquel cura alto, flaco, siempre calmado, era un personaje muy particular. Jamás, en los 12 años que estuve en el colegio lo vi gritar a alguien. Nunca fue necesario, su sola presencia y mirada intimidaban a todas nuestras pequeñas mentes adolescentes. Pero no era miedo, era un respeto que aquel hombre irradiaba. Su humildad, siendo rector de la institución, habiendo ganado distintos reconocimientos a nivel nacional, y teniendo el nombre que tenía, seguía intacta.

¿Por qué es importante el padre Francis? Eso se lo deben preguntar muchos de los que no pasaron, o tienen conocidos que hayan estado en el San Carlos.

Intentaré resumir esto, y condensar un pensamiento generalizado de la gran mayoría de exalumnos que hoy en día nos sentimos devastados por la partida de este gran mentor.

El artículo continúa abajo

El padre, desde que asumió como rector del Colegio San Carlos, siempre tuvo como objetivo llevar a los estudiantes a ser los mejores, pero no solamente en lo académico, sino también en lo deportivo, y por supuesto, lo más importante, como seres humanos.

Ese estilo gringo de educación, como él mismo decía, fue revolucionario en este país. ¡No usábamos uniforme! ¿Para qué? Realmente eso nunca le importó al padre. A él nunca le interesó si íbamos con los jeans rotos, teníamos tatuajes, piercings, el pelo largo o expresábamos nuestra personalidad de la manera que se nos diera la gana. No, a él solo le importaba que fuéramos buenas personas; en definitiva, “el hábito no hace al monje”.

El San Carlos es un colegio católico, al fin y al cabo Wehri era un cura de la comunidad benedictina; sin embargo, las creencias no fueron un impedimento dentro de la institución. Nunca obligó a nadie a creer en su dios, jamás intentó ‘convertir’ a alguien, y siempre se interesó por todos los alumnos. Al fin y al cabo, de alguna manera que nunca logré descubrir, recordaba el apellido de todos quienes pasamos por ahí y, usualmente, de qué generación éramos.

El padre Francis dejó un vació en todos los que lo conocimos, en nuestras familias, y en general en toda la comunidad sancarlista. A pesar de que no soy un tipo religioso, este es un cura que siempre respeté, y con el cual estaré eternamente agradecido, ya que gracias a él, y su forma de dirigir la institución, puedo decir que hoy soy lo que soy.

¡Eternamente, gracias, padre Francis!

LO ÚLTIMO