Tal vez se trate de la desconfianza o la incertidumbre por parte de los colombianos. Entre quienes,  todavía existe un alto nivel de escepticismo, sin importar el nivel social o el origen territorial.

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Considero que este evento debería haber llevado a que la gente saliera a las calles con banderas blancas, con banderas tricolores. Pero no, ni siquiera como evento televisivo, el rating demostró el invaluable suceso que acababa de presentarse.

¿Qué nos pasa a los habitantes de este país, por qué somos tan críticos, tan pesimistas, por qué no apostamos a lo positivo, a sueños eternos como el de alcanzar la paz?

La historia de nuestra nación está hecha de intentos permanentes de abandonar las armas, pero nunca se había alcanzado un punto tan cercano. La figura de los guerrilleros guardando los cerca de diez mil fusiles en esos contenedores, vigilados por los delegados de la Organización de Naciones Unidas, ONU.

A esto se suman las estadísticas que indican la disminución en las muertes en el país, principalmente en las zonas rurales, en los lugares que estaban ocupados por los diferentes grupos armados que dominaban nuestro territorio.

Sin duda, la situación que se vio en las elecciones del plebiscito por la paz,  donde los votos por el no ganaron por un estrecho margen de 50 mil votos, se ve reflejado por los colombianos con su actitud de duda.

Mientras tanto, el día a día debe servir para que los ciudadanos y sus dirigentes políticos vayan afianzando un proceso plagado de dudas. Las huelgas de hambre, como manifestación en contra de la no liberación de los guerrilleros encarcelados, hacen que los ánimos para que continúe un proceso, que todavía sigue forjándose, se vea de alguna manera torpedeado.

Además, la cercanía de las elecciones incita a que la violencia resurja. No solo las balas generan violencia, las palabras pueden ser también peligrosas. Aunque para muchos no sea válido que los antiguos guerrilleros puedan ingresar al Congreso, este es un compromiso que hace parte de los acuerdos de la Habana.

Cambiar balas por votos, es parte de la opción que se le ha dado a quienes por años dominaban los territorios a punta de fusil. Así lo hicieron grupos como el M-19, que aunque se fueron diluyendo con el tiempo como opción política, tenían como razón de ser la dejación de las armas para alcanzar no solo la voz, sino el voto, en el escenario político.

“Las armas os han dado la independencia, pero solo las leyes os darán la libertad”, dijo Francisco de Paula Santander, y esa es la frase que se puede aplicar a los guerrilleros amnistiados y a todos los que se siguen oponiendo a este proceso. Con la constitución y las leyes en las manos, tanto de quienes ingresan a la vida civil como de los ciudadanos que sufrieron de esta larga guerra, tendremos que construir un nuevo escenario de paz y reconciliación.

No más balas, no más violencia de todo tipo. Como decía John Lennon, “demos una oportunidad a la paz”. Perdonémonos los unos a los otros, construyamos una patria donde podamos vivir todos. Entendamos que hay territorio suficiente para que podamos compartir su riqueza.

La palabra es inmensa: paz. En poco tiempo esos fusiles se convertirán en esculturas. Con respeto y concordia, los salones del Congreso servirán para discutir y proponer nuevas leyes, para construir una nueva Nación.

Los sueños podrán alcanzar la realidad. Colombia será un país donde las diferencias sean admitidas. El ruido de la guerra se silenciará. Sin armas, hombres y mujeres de todos los colores y orígenes entenderán que en torno de las leyes y el respeto se construirá un gran país.

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