Empezó la pedagogía, tratando de explicar los acuerdos de paz de La Habana y ya me causa bastante curiosidad la manera en que los partidarios del Sí defienden sus posturas.

No es coincidencia que precisamente ayer en un debate universitario sentí con preocupación la manera en que se tergiversa la historia, las palabras, la manera de instruir ciertos hechos que en algún momento ante la opinión de un colombiano común generaba rechazo, pero tergiversando la información, con la “magia verbal” como afirma Plinio Apuleyo, ese mismo hecho que generó rechazo, ahora genera aplausos por parte de estudiante universitarios.

1984 el libro de George Orwell cae como anillo al dedo para ejemplificar la coyuntura actual.

Bien afirmaba:

El lenguaje político está diseñado para que las mentiras suenen verdaderas”.

Y es lo que pasa, ahora los victimarios no son los grupos armados, ahora todos tenemos la misma culpa del conflicto, todos de una u otra forma somos los causantes de la guerra. Y se siguen cumpliendo las profecías de Orwell:

Los peores crímenes pueden ser defendidos simplemente cambiando las palabras con las cuales se los describe para hacerlos digeribles, e incluso atractivos”,

la manipulación de los populistas a engañarnos, desviaciones en lugar de características propias.

Simplemente estamos cambiando de forma de lucha, de una lucha armada a una lucha que el marxista Antonio Gramsci define como la “revolución por la hegemonía cultural” que “consiste en convencer a quienes son gobernados de la validez del sistema establecido y protegido por el poder estatal, y eso es un trabajo que debe realizarse en el ámbito de las ideas y la cultura”

La excusa perfecta, el arte de maquillar las realidades, se han dedicado los grupos terroristas. Convirtiendo todo ese arsenal malévolo en simplemente consecuencias de un conflicto armado que fue causado por culpa de todos.

Secuestrados al mejor estilo del Holocausto Nazi pasamos a las llamadas “retenciones”, atentados de lesa humanidad a “operaciones castigo”, el narcotráfico simplemente algo inevitable por lo que obtienen un “impuesto a la guerra”.

Para los grupos guerrilleros y académicos de izquierda, la palabra “revolución” lo vale todo. Usando engaños verbales con la supuesta “revolución bolivariana”, Venezuela ha sido sumida en la peor crisis de su historia, vendiendo un promisorio país socialista. Las Farc entendiendo a cabalidad esta forma de lucha, la pusieron en práctica en La Habana y han logrado ponerlo a su alcance.

Ahora el Gobierno en busca de ganar el plebiscito por medio de foros universitarios, empresariales, medios de comunicación, etc. Se ha válido de esta sofisticada arma, utilizando palabras sofisticadas que tienen buen eco en el ámbito internacional y académico. De la lucha ante un grupo narcoterrorista se pasó a una negociación con un grupo en un conflicto armado interno.

En este juego de palabras el ejemplo más claro es el siguiente “¿Apoya usted el acuerdo final para terminar el conflicto y construir una paz estable y duradera?”. ¿Quién no quiere una paz estable y duradera?

Las palabras han sido un arma letal en la historia de la humanidad, ahora esta arma empieza a ser utilizada en Colombia. Palabras que han funcionado para Chávez, Kirchner, Mussolini, Hitler, Stalin, Mao, Perón, Castro, Iglesias, Allende, Maduro, Morales, Correa, López Obrador y Bachelet.

Pero no vayamos tan lejos, en Bogotá ya fuimos víctimas de ese juego de palabras que llevaron a elegir a alcaldes desastrosos de izquierda y que sumieron a la ciudad en un caos profundo del que aún no se recupera. Tengamos cuidado, ojalá en Colombia no pase lo mismo.

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