Recorrer de norte a sur y de oriente a occidente las vías de la ciudad, a través de las ciclovías.

Esas calles, que normalmente pertenecen a los automóviles, buses, camiones y motociclistas pasan a ser de uso privado para los “caballitos de acero”, atletas y patinadores.

Pero como suele suceder, los problemas logísticos este mágico ejercicio, que ha sido replicado en el resto del mundo, están relacionados con las fallas en la señalización de las vías y un problema más grave como es la falta de auxiliares de tránsito.

El riesgo es bastante grande, ya que por no existir persona alguna que sirva de agente y apoye las señales de tránsito pueden darse graves accidentes de tránsito. Aunque inicialmente, el hecho de que estos muchachos no tienen una especial preparación para cuidar el adecuado manejo de la movilidad de los usuarios de las ciclovías.

Con muy buena intención, los estudiantes menores de edad, tienen que enfrentarse a personas mayores que difícilmente les obedecen. Una cinta plástica y una paleta con un pare en rojo o un siga en verde, son los elementos que les sirven como elementos de autoridad a estos improvisados guías de tránsito.

Otro riesgo de esta alternativa para hacer deporte está en la alta velocidad de muchos de los usuarios.

La ciclovía está pensada para pasear, no para correr. El hecho de caminar con coches por el centro de la calle. No respetar lugares donde hay que bajarse del vehículo, como puentes.

Por eso yo podría explicar que hay una especie de analfabetismo, ya que los muchachos que cumplen con esa labor que se conoce como alfabetización, se van de vacaciones. Mientras la ciclovía no descansa.

El riesgo es por ende muy grande. El apoyo logístico no puede parar. El control y el cuidado de este gran invento, que ha sido replicado en el resto del planeta no cambia. El “alfabetismo” no se puede suspender.

Qué bueno saber que el próximo domingo al salir a patinar o pasear en bicicleta estaremos protegidos. La alfabetización no puede tener descanso.

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