La gente que está bien, en regla general, es porque ha tenido educación artística”,

dice de manera enfática, Juan Ángel, un actor hasta la médula y ahora metido en la gestión artística como director del Instituto de las Artes, Idartes.

Él explica que esta educación hace que las personas se alejen de la violencia. Además son actividades que permiten soportar la frustración. La presencia de Ángel en el almacén de instrumentos Ortizo, en Chapinero, se debió a la donación de 93 millones de pesos en instrumentos que hizo este tradicional local al programa Clan del Distrito.

El funcionario defiende la política educativa de su jefe, el alcalde Enrique Peñalosa, quien promueve la jornada única. “Él tiene el proyecto de una ciudad bien estudiada, ya que cree que debería existir una jornada única”. Por lo tanto considera que la formación artística no debería estar aislada, como ocurre ahora.

“El arte permite tener noción de patria, de país y de ciudad”, dice Ángel, un hombre consagrado a la cultura, que goza con las melodías de Bach y que ahora aprovecha este cuarto de hora para dar a otros la oportunidad de acercarse a las diferentes expresiones; que permiten a los jóvenes formarse en las diferentes áreas del arte.

“Ya hay varios artistas, hay unos quince que son músicos profesionales”. Ellos hacen parte de un proyecto que se llama súbete a la escena, que aleja a los artistas de las calles y porque no del Transmilenio. Y de repente empieza a  sonar un concierto de rock. Los jóvenes se toman la pequeña escena del almacén de instrumentos. Sin duda al verlos rasgar guitarras, bajo, golpear la batería y oír sus voces, se entiende y valora el arte como expresión del espíritu.

Al llegar a la casa, en la televisión, aparecen otros colombianos talentosos. Un poco más niños, quienes con esa mágica espontaneidad, dicen y hacen lo que quieren. Por eso, más allá de las virtuosas actividades que muestran en el programa “Grandes Chicos”, los pequeños encantan con sus divertidas y originales respuestas.

El programa de RCN cuenta con un elemento clave como es la gracia y la inocencia de ese gran humorista y cuentero: Andrés López. Desde su pinta, que combina el traje azul con los tenis blancos, y su burla de sí mismo, por su barriga y su torpeza al tratar de aprender las virtuosas habilidades de sus mágicos invitados, que no superan los catorce años.

El formato, que es como llaman a estas ideas para los programas de televisión, parece ser de Warner Brothers. De manera sencilla, con un sofá al que no alcanzan a subirse los pequeños, unos fondos de colores y elementos acordes con cada uno de los pequeños artistas. Escenario por donde pasan pianistas, bailarines, jugadores del cubo rubik, yoyo, baloncesto y una serie de habilidosos, en toda una serie de actividades.

En el Distrito en vivo, o a través de la caja mágica de la TV, resulta divertido dejar de lado los violentos noticieros o las series que copian esa realidad. En la vida también hay espacio para recrear la alegría, el juego, la lúdica, y el talento de los colombianos grandes o chicos.

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