Esa disciplina dejó marcado a Guillermo ‘El Chato’ Velásquez, un colombiano que fue modesto boxeador aficionado y que alcanzó a representar a su región (Caldas) en dos juegos nacionales. De los cuadriláteros dio el salto al arbitraje del fútbol, donde también aplicó sus reglas.

‘El Chato’, oriundo de Pereira (Risaralda), se convirtió en un destacado árbitro de los años 60 y 70.

Caracterizado por su rectitud se hizo famoso por noquear a varios jugadores en la cancha, recordando sus habilidades de púgil malogrado. Ni Alberto Castronovo, ni Eduardo Luján Manera, ni Orlando Herrera, ni los otros futbolistas aporreados por él, se enteraron de que su verdugo, antes de ser árbitro profesional, había sido boxeador.

En 1975 en un partido entre Nacional y Cali, un hincha descontento con su arbitraje de nombre Fernando Carvalho y en estado de embriaguez, saltó a la gramilla del estadio ‘Atanasio Girardot’, en pleno desarrollo del juego, para agredir al árbitro Velásquez.

Él, con la memoria de expúgil, le propinó violento puñetazo y lo doblegó. El hincha nacionalista terminó hospitalizado en la capital antioqueña y Velásquez, después de presentarse voluntariamente ante un juez, acabó encerrado una semana en la cárcel de La Ladera. Fue liberado a solicitud del propio agredido. Algo similar ocurrió a la salida del estadio Pascual Guerrero de Cali donde se enfrentó con otro hincha. De nuevo le endilgaron ocho días de detención.

Un juego ansiado

El hecho más memorable en la historia del estricto juez, aconteció el 17 de julio de 1968 en el estadio el Campín de Bogotá. Se programó un encuentro nocturno amistoso entre la selección juvenil de Colombia y el Santos de Brasil, invitado porque en su nómina actuaba el famosísimo Pelé.

Los 60.000 espectadores pagaron boleto para ver jugar al mejor futbolista del mundo en un equipo de lujo de la época. Se produjo entonces uno de los hechos más curiosos y controvertidos de la historia del fútbol colombiano.

Las alineaciones que presentaron los equipos fueron:

Colombia: Quintana, Muñoz, Urrea, Soto y Hernández; González, Verdugo y Escobar, y Santa, Arango y Tamayo.

Santos: Gilmar; Oberdan, Ramos Delgado, Orlando y Turcao; Mengalvio y Lima, y Manuel María, Pepe, Toninho y Pelé.

Juez central: Guillermo “El Chato” Velásquez. Jueces de línea: Ómar Delgado y Roberto Rodríguez.

A pesar de ser un encuentro amistoso, fue movido desde el primer momento con anotación sorpresiva a los cuatro minutos de la selección colombiana. Un centro de Hernández permitió a Alfredo Arango rematar con golpe de cabeza para doblegar al portero Gilmar, mientras el juez de línea Roberto Rodríguez agitaba el banderín, indicando posición ilícita del delantero colombiano. El reclamo de los jugadores del Santos no se hizo esperar.

El árbitro Guillermo Velásquez se negó a consultar con su auxiliar, al considerar que se había equivocado. Los ánimos se caldearon y tres minutos más tarde, Lima, capitán del Santos, patea al juez Velásquez, quien toma la decisión de expulsarlo. Lima le contesta escupiéndole la cara y el Chato riposta con un directo a la barbilla del brasileño, quien finalmente sale noqueado en camilla. Aparentemente el incidente se logró conciliar pronto, más aun cuando el empate del Santos no se hizo esperar.

Pero lo que el Chato no supo ni se dió cuenta en el momento, fue que en una sustitución, Lima (morenito como muchos, difícil de diferenciar) entraría a jugar de nuevo con otra camiseta. Otro golazo que él reconoció le metieron

La roja que no fue

Colombia se puso en ventaja 2-1 en el minuto 17 por acción de Germán ‘Burrito’ González, pero Pelé emparejó las cifras una vez más en el minuto 23. Restando apenas siete minutos para concluir la fase inicial, un tiro de esquina servido por Manuel María lo remató de cabeza Pelé, con factible previa falta contra el defensa Luis “Camello” Soto. El brasileño de manera inapropiada reclama falta contra él mismo, ante lo cual el juez Velásquez decreta la expulsión de la más cotizada figura del balompié mundial.

Los jugadores del Santos reaccionaron en bloque y agredieron físicamente al árbitro, quien se mantuvo en su determinación de expulsar del campo al jugador. “De 28 personas que tenía la delegación brasileña”, recordaba en vida don Guillermo, “me agredieron 25. Los únicos que no me pegaron fueron el médico, el periodista de la Folha de Sao Paulo y Pelé”.

Las 60.000 personas presentes en el estadio protestaron ante la determinación de sacar del campo a Pelé. Curiosamente los directivos de la Federación Colombiana de Fútbol decidieron que volviera el futbolista – un hecho único en los anales del deporte –.

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Ante la incapacidad física de Guillermo Velásquez para seguir dirigiendo el juego, pasó a ejercer como juez central el también colombiano Ómar Delgado.

Este reanudó el partido después de media hora de suspensión, con Pelé de nuevo en el campo, en una decisión insólita. El chileno Mario Canessa con ropa de civil, sustituyó a Delgado en la raya lateral. Luego de un período inicial con igualdad a dos goles, en el tiempo final triunfó Santos por marcador de 4-2, con tantos de Toninho y Pepe.

Contactado personalmente, Velásquez aclaró para despejar versiones equivocadas, que él no fue expulsado ni vetado. Que Ómar Delgado le consultó si debería seguir dirigiendo el encuentro. Aceptó que lo hiciera por el bien del público, pero hacía constar que se estaban cometiendo irregularidades acolitadas por los directivos.

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Pelé y Santos a la Comisaría

La gravedad de los golpes recibidos por el árbitro le dejaron una incapacidad de cuatro semanas. Los jugadores del Santos debieron comparecer esa misma noche, a una comisaría de Bogotá, por una denuncia que nunca se supo quien la interpuso.

El afectado niega rotundamente que él lo haya hecho. Entre las serias lesiones recibidas presentaba fracturas en los huesos propios de la nariz y múltiples traumatismos. Un destacado jurista de nombre Lisandro Martínez Zúñiga, magistrado de la Corte Suprema de Justicia, le ofreció sus servicios como abogado.

La retención de los brasileños duró unas cuatro horas, mientras se llegaba a un acuerdo. El mismo Velásquez reafirmó: “Lo único que quería era que ellos reconocieran su equivocación y así lo hicieron en un documento escrito, que lamentablemente no conservo”. Y hace énfasis: “No pedí ninguna indemnización, pero el abogado hizo cuentas del lucro cesante ya que no podría trabajar al menos por un mes y me entregaron 18 mil pesos (cerca de siete mil dólares de hoy o unos 20 millones de pesos)”.

Pero al Chato no le dolían los golpes recibidos, al fin y al cabo estaba habituado a liarse a puños. Le molestó la inexplicable posición de la Federación Colombiana de Fútbol ante un hecho contrario a las normas, y la desautorización al arbitraje, con pésimo mensaje para la afición. Agradeció que a Pelé no se le hubiera ocurrido asaltar un banco, “porque con seguridad aquí todavía lo estuviéramos aplaudiendo”.

El reencuentro

Dos años más tarde se cruzaron en el Hotel Plaza Copacabana en Río de Janeiro cuando Velásquez fue designado para el mundial del 70. Pelé le dijo en broma “O Chato Velásquez bandido”.

Posteriormente se saludaron en México, y finalmente con motivo de la Copa Marlboro en Miami, Pelé lo invita a comer con su familia. A pesar de no hablar mucho del tema, ambos sintieron que el episodio estaba olvidado. Pero a pesar de ello, esa tarde del reencuentro la estampa lo decía todo: los árbitros pasan al olvido o inadvertidos cuando actúan bien. Pero para ser celebridades ¿tendrían que anular un golazo? o ¿expulsar a un crack?

Los del pito ya tienen perdida su batalla. El fútbol no es un juego del azar y la suerte va con la pelota, no con sus decisiones. Es verdad que el jugador vale más que el árbitro, pero ¿existen intocables?, o son las cosas del fútbol y el permiso que la historia les otorga en poquísimos pasajes a sus ídolos. Posiblemente Pelé haya sido una de esas excepciones.

Adiós al “Chato”, lo recordamos por haber sido el único árbitro – boxeador y por haber tocado al intocable Pelé. Qué descanse en paz

Chato, Pele Antes partido

Pelé y el Chato juntos, antes del encuentro del 17 de julio de 1968 en el Campín de Bogotá.)

El Chato en sus propias palabras

Guillermo ‘El Chato’ Velásquez pasó los últimos años de su vida entre Miami y Bogotá.

Murió este 26 de junio a los 84 años aun con una mente lúcida. Hasta el final de sus días se mantuvo activo, fuerte y pitando en EE. UU. en categoría open (abierta) pero especialmente trabajando con niños de escuelas de fútbol metro. Además impartía conferencias, narrando con mucha fluidez y precisión los hechos pasados, con mucho entusiasmo.

Con respecto al episodio de la expulsión de Pelé cuando hablamos con él hace unos meses, aun se le notaba cierto dolor por la desautorización a las normas internacionales del fútbol. Por ello comenta entre otras cosas:

“En aquella ocasión presenté un informe a la Federación Colombiana de Fútbol, pero la FIFA no recibió nada solo se enteró por la prensa, por ello no pasó nada”.

“En ese partido se cometieron muchas irregularidades y estoy casi seguro que el expulsado capitán del Santos, Lima, entró de nuevo a jugar con otra camiseta. Era moreno como la mayoría y la noche oscura, nadie se daba cuenta”.

“Un representante chileno de Pelé me advirtió antes del partido del respeto que debía tener por la estrella del fútbol. Le dije que no me dejaba insultar por los guardaespaldas del señor”.

“Yo fui guapo arbitrando fútbol, pero no tuve apoyo de los directivos”.

“Mi temperamento es sanguíneo y muchas veces hice lo que no debía hacer, pero por supervivencia (no dejarse matar de otro) tenía que atacar”.

“Los árbitros cometen más errores por cobardía, y hoy sacan jueces por computador”.

“De lo que sí estoy seguro es que fui un ejemplo de honestidad pitando”.

“Arbitrar fútbol en Colombia es más peligroso que en otros lados”.

“Los golpes que me dieron nunca me han dolido, pero ¿cuánto retrocedió el fútbol en ese momento?”.

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