La consulta médica para cualquier usuario del sistema de salud en Colombia puede convertirse en una ingrata experiencia en aquellas ocasiones en la que desafortunadamente nos topamos con un galeno que de chocante manera levita sobre su apabullante arrogancia, provocando de inmediato que con su déspota trato nos sintamos peor que mendigos suplicando conmiseración de quien ni siquiera un saludo se digna contestar.

En razón a los quebrantos de salud de mi señora madre, he tenido la oportunidad de conocer, cuando la acompaño a sus consultas con especialistas, a varios discípulos de Hipócrates literalmente endiosados y que se enmarcan en el perfil del profesional especializado y con cierto reconocimiento que se sienten muchos metros por encima que cualquier otro mísero mortal sobre la faz de la tierra.

Estos médicos procuran evitar además de responder un “buenas tardes”, cualquier contacto visual con sus pacientes, se siente uno frente a una especie de autómata de rostro adusto, casi inexpresivo, que de vez en cuando musita preguntas escuetas y rotundamente se niega a dar respuesta a cualquier inquietud que se le formule, si mucho y ya por generosísima cortesía de su parte, regala un simple monosílabo para absolver una inquietud sobre la situación del paciente.

La auscultación la lleva a cabo como si estuviera manipulando un porcino recién sacado de la marranera y no exagero con los comparativos que hago, además no tienen el menor reparo en dejar de lado la continuidad de la consulta para contestar una llamada familiar al celular o para chatear campantemente ante la mirada impávida del consultante que se convierte en obligado escucha de las pláticas amenas y la gestualidad de mimo callejero del que hasta hace unos minutos era ¡un robot!

Como paciente, se espera un trato digno, respetuoso, que las inquietudes en torno a su padecimiento sean absueltas mínimamente, al fin de cuentas uno está pagando por un servicio y el galeno recibiendo un sueldo por hacer su trabajo. Además existe supuestamente un decálogo de derechos y deberes médico-paciente implementado por cada entidad de salud.

Se entiende que los médicos también son seres humanos que a veces están malhumorados o han tenido un agitado día atendiendo cirugías y pacientes en otras clínicas desde tempranas horas o los inquieta de repente un problema familiar, sin embargo la experiencia de mi madre con sus reumatólogos ha sido desafortunada y he tenido que contenerme varias veces para no salirme de los chiros ante estos arrogantes endiosados, que la verdad no entiendo por qué razón eligieron convertirse en médicos y hacer un juramento Hipocrático, cuando siempre demuestran total desdén por sus pacientes.

Estas experiencias han deprimido a mi madre, quien ahora se muestra renuente a volver a verle la cara al robot, perdón, al reumatólogo prestante que ahora le fue asignado, el anterior era mucho peor y llegó a decirle que como ya estaba senil, cualquier procedimiento era inoficioso a su juicio. ¡Qué tal!, la desahució sin anestesia.

Mi experiencia reciente fue totalmente opuesta a la de mi madre, me practicaron una litotripsia extracorpórea para eliminarme 2 cálculos renales grandes en el riñón izquierdo y la atención que recibí en la prestante clínica caleña fue excelente desde que pise el área de urología, personal médico cálido y diligente, empezando desde las enfermeras asistentes, pasando por el anestesiólogo y el urólogo y finalizando con el auxiliar de servicios generales que conduce la silla de ruedas hasta la puerta de la clínica, las dos caras de la moneda, una negativa y la otra plenamente satisfactoria frente a la experiencia del trabajo misional de los sucesores de Galeno de Pérgamo e Hipócrates.

LO ÚLTIMO