Las ilusiones suben a la medida de los altos edificios. No hay duda de que una de las construcciones que más ha generado interés en la capital colombiana ha sido el edificio B de Bacatá, en la carrera 5 con calle 19, en pleno centro de Bogotá.

Con toda una estrategia de mercadeo, especialmente a través de la emisora de la W, la atrayente voz de Julio Sánchez Cristo, hizo que este proyecto subiera como la espuma; convirtiéndose en todo un evento inmobiliario. Las dos torres, una de 56 y otra de 67 pisos, se convirtieron en un hito para una ciudad que busca íconos representativos.

Aunque la torre Colpatria continúa siendo la edificación más característica del centro, con sus luces de colores, con su emblemática expresión que sirve de enorme tablero ante eventos como las elecciones; la torre que se erigió en el antiguo terreno que ocupaba el hotel Bacatá, promete ser un nuevo símbolo para la capital.

Como una especie de inmensa aguja, se destaca entre una serie de edificios antiguos, que poco a poco tendrán que desaparecer o ceder sus espacios, en una ciudad que se transforma y pierde su memoria arquitectónica y urbanística.

Detrás de la obra de ingeniería majestuosa y de toda una campaña publicitaria, B de Bacatá ha tenido sus reparos. Como me comentaba un inversionista, que pagó 78 millones de pesos para hacerse a un derecho fiduciario del hotel que con lujo y modernidad, ocupó ese espacio en la tradicional avenida 19; no todo ha sido color de rosa.

Las tradicionales demoras en la demolición inicial y luego la construcción del edificio, han llevado a la constante inconformidad de los inversionistas.

Para empezar, hubo un mal cálculo en el costo de retirada de los cimientos del hotel Bacatá, sobre el que se levantó la nueva edificación. Así, aunque a comienzos del año 2016 se informó que había sido terminada la construcción de la estructura, un año después los acabados finales no han sido entregados.

Mientras, aunque se anunció que para noviembre se debían entregar los primeros apartamentos, esto no ha ocurrido. “Cada dos meses cambian las fechas. Y aunque existen cláusulas por demoras técnicas, no se ha recibido el seguro por incumplimiento”, explica el inversionista  que ilusionado compró uno de los anhelados Fidis, que fue como llamaron a esos bonos que permitía a una parte de este ambicioso proyecto.

A pesar de su molestia y de que el negocio no arranca, no resulta una buena decisión retirar la inversión, ya que existe una norma que determina que quien salga anticipadamente tendrá una especie de castigo, que se verá reflejado en un descuento del 20% de su inversión.

El principal inconveniente para los cientos de inversionistas de B de Bacatá está en que la obra se ha retrasado cerca de dos años. Y durante este tiempo no se ha pagado ni un peso sobre la inversión. Se estima que al final de la obra se recibirá un 11% anual, teniendo en cuenta que el hotel mantenga una ocupación mínima del 60%.

El proyecto está prácticamente todo vendido, y son miles los bogotanos e inversionistas de otras zonas del país y porque no del mundo, que esperan a que esta obra termine para comenzar a recibir los dividendos, que deberán estar por encima de lo que genera un negocio inmobiliario corriente.

La voz de Sánchez Cristo retumba todavía en su programa de la W, y los sueños de sus oyentes por conseguir hacer parte de un maravilloso negocio continúan en las ondas hertzianas.

Ojalá B de Bacatá termine pronto y sus inversionistas obtengan dividendos a la altura del rascacielos más imponente de la capital colombiana.

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