Luego de retirar a los vendedores ambulantes, de limpiar las paredes de los avisos de papel, se hizo evidente la mala calidad de los andenes de la ciudad. Una ciudad ahogada, donde cuando cae una gota de agua se congestiona y se llena de charcos.

Las baldosas, que hasta donde conozco son una idea traída de Barcelona, busca que los andenes se puedan quitar para hacer arreglos de redes servicios públicos. Sin embargo, aquí en Bogotá este sistema ha generado unos riesgosos senderos peatonales. Bajo las losas se deposita el agua, que al caminar pone en riesgo, tanto a las mujeres que tropiezan con sus tacones como a todos los caminantes que se llenan sus zapatos con el agua que sale de la base de los pisos.

Así, en nuestra capital, caminar es todo un evento, un riesgo permanente. Niños, adultos mayores y discapacitados se enfrentan a una especie de arena movediza. Y mientras la atención se centra en las vías de los automóviles, en recuperar las calles, los andenes están prácticamente olvidados y abandonados.

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Lugares como el borde del parque de la 106 con carrera 15, en la calle 71 con carrera 5, tienen grandes desniveles, que pueden convertirse en trampas para los peatones. Así una estrategia que buscaba cuidar a los ciudadanos, se ha vuelto en todo lo contrario.

Y al problema de los andenes se suma el desorden de las ciclorutas, que por la carrera once ocupa un carril, pero que a partir de la calle 82, vuelve a compartir, de manera peligrosa, el estrecho sendero de los peatones.

Con bastante improvisación, Bogotá sigue siendo una ciudad hecha a retazos. Sin prevención ni orden, los problemas se solucionan a medias. Temas como el de que las bicicletas deberían ir siempre a nivel, mientras que los vehículos tendrían que ascender para cruzar las calles; mientras que los semáforos para peatones deberían tener la prelación, son normas y principios básicos para la seguridad y respeto de quienes tienen mayor riesgo.

Sin duda los andenes deben convertirse en una de las prioridades de la administración, especialmente de la del alcalde Peñalosa, quien promueve que los bogotanos utilicen formas alternativas de movilidad. Por eso, Bogotá tiene que ser día tras día una ciudad más incluyente, una metrópoli donde las diversas formas de transporte se combinen para que sus ciudadanos mejoren su calidad de vida.

De lado debe quedar el transporte particular; para que el Transmilenio, el Sitp, los taxis, en un futuro cercano el Metro, la bicicleta y la caminada, permitan movilizarse sin tantos trancones, con seguridad y comodidad. Los andenes servirán para que los bogotanos anden.

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