Sin duda, nuestro alcalde mayor está más cerca de las estrellas, no sólo por su estatura, sino por su permanente interés en ver brillar a Bogotá por encima de cualquier otra ciudad. Y aunque esto podría verse como algo positivo, hace que a veces nuestro mandatario esté más lejos de los problemas terrenales. Mientras sus ejecutorias parecen más ligadas a ese horizonte  distante, que a los problemas del día a día.

Y pasan los días. Y ya ha transcurrido más de un año, y la ciudad continúa prácticamente igual. El tema de los vendedores ambulantes de la calle 72 mostraba otra cara para la ciudad, sin embargo la carrera trece, en pleno Chapinero, sigue igual.

El entusiasmo inicial de tapar los huecos de las calles, aunque fuera solo en las principales arterias, no ha resultado del todo. Este complejo problema de una ciudad, que es la principal de Colombia, y que busca ser una urbe latinoamericana de primer orden, no logra ser resuelto.

Con ideas brillantes, que a veces van más allá de las necesidades básicas de un distrito capital que sufre con situaciones como el mal estado y precariedad de sus vías, la inseguridad y violencia entre sus habitantes. Peñalosa lucha contra la escasés de colegios y centros de salud, además de la falta de sentido ambiental de sus habitantes.

Son infinidad de problemas que no permiten que la ciudad avance. Y su alcalde, Enrique Peñalosa, con su particular manera de ver el mundo, a casi dos metros por encima de los demás mortales, plantea una ciudad del futuro, que no encuentra la manera de resolver los problemas del hoy.

Como una especie de sueño, de esas ideas maravillosas que ocurrieron a los faraones, nuestro burgomaestre insiste en un metro, en un transporte masivo de altura, en contradicción de los miles de millones de pesos que invirtió su antecesor Gustavo Petro, en un proyecto que consideraba que la solución al transporte público estaba bajo tierra.

De acuerdo a las controversias  que se han despertado en los últimos días, el imponderable metro debería ser desarrollado por una compañía japonesa o europea, que están más blindadas ante posibles mecanismos de corrupción.

Vendrá la próxima licitación, y con ella la esperada respuesta a una solución de transporte, con la que hemos soñado los bogotanos por años, tal vez más de la anhelada paz.

Y el tema ambiental sigue rondando. Peñalosa, tal vez como una manera de llevar la contraria, desestima el valor de la reserva van der Hammen; y propone que se levante un anillo verde que conecte parte de la reserva con los cerros orientales, generando un sendero que permita a los bogotanos caminar alrededor de su ciudad. Mientras propone ampliar la urbe alrededor de un recuperado río Bogotá.

Son obras inmensas para un alcalde que sueña con que esta ciudad se convierta en una metrópoli, a la manera de las que él ha recorrido para inspirarse para el desarrollo de nuestra capital.

1,90 metros más cerca de las estrellas, este alcalde siempre ha mostrado que quiere a su ciudad. Sin embargo, el afán que tenemos los bogotanos por ver transformada nuestra ciudad hace percibir que el desarrollo de sus proyectos va demasiado lento. Y que tal vez, mientras el cemento con sus megaproyectos van progresando a pasos agigantados, lamentablemente el amor por la ciudad no se logra percibir.

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