“No hacen, ni mierda… Me molesta eso. Porque yo quisiera ver un pueblo altivo, parado de pie (sic), así, erguido, bípedo, como somos los seres humanos, y no un poco de manzanillos hijueputas entregados por un peso a los politiqueros”, dijo encendido Ortega en una presunta perorata contra la corrupción.

Eso, aunque él mismo está señalado de contratar los servicios de Leonidas Bustos (curiosamente, también con nombre de griego ilustre), el exmagistrado involucrado en el ‘Cartel de la toga’, para que detuviera un proceso en su contra.

Lo lamentable del discurso de Ortega es que quienes lo escuchan al pie de la tarima lo aplauden y aclaman fervorosamente, y hasta algunos de los que están sentados se ponen de pie para exaltarlo. Incluso le gritan, como en los reinados de belleza: “¡Ese es!”.

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Después de tomarse un sorbo de agua para tomar alientos, y más sereno y pausado, Ortega dice: “Yo no sé si yo sirvo de ejemplo para algo”, y el mismo se responde: “Creo que no”.

El poco común nombre de este político evoca inevitablemente el del político y general ateniense (525-460 a. C.), miembro de la nueva generación de políticos que era populista y gozaba del apoyo de las clases inferiores atenienses.

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