Juan Carlos Vélez corrió la misma y fatídica suerte que otros ‘buenos muchachos’ que lo antecedieron

Eso, después de servir con tanta abnegación a la causa uribista, hace notar Vladdo en su columna de El Tiempo. “¿Y Uribe? Bien, como siempre”, agrega, y recuerda que hasta poco antes de explicar la estrategia uribista para el éxito del ‘no’ en el plebiscito, Vélez “era uno de esos privilegiados alfiles”. Pero —continúa Vladdo—, al verse Uribe de nuevo acorralado, “no tuvo inconveniente en sacrificarlo para salvar su propio pellejo”. Tratándose de Uribe, “estos recursos no deberían sorprender a nadie; su falta de escrúpulos no es noticia. No hay que olvidar que se trata del mismo personaje cuya reelección fue fraudulenta de principio a fin; el mismo en cuyo gobierno se cometieron más de cuatro mil ejecuciones extrajudiciales; el mismo en el cual se produjeron las ‘chuzadas’ a magistrados, periodistas y políticos opositores; el mismo cuyo candidato presidencial tuvo algunos problemitas con un hacker en 2014…”.

El Acuerdo con Farc quedó no de salón de maquillajes, sino de sala de cirugía para operación a corazón abierto

Y eso no lo ha querido entender “en su arrogancia provocadora” el presidente Juan Manuel Santos, dice Alberto Velásquez Martínez en su columna de El Colombiano. “Le llegó la hora [a Santos] de bajarse unos escalones de su inocultable dogmatismo para reconsiderar con tolerancia las propuestas de sus contrapartes en las negociaciones”, agrega, y sostiene que el Mandatario no puede “poner ultimátums a su capricho, porque es un perdedor electoral y tal condición lo obliga a dialogar –máxime como jefe de Estado– sin altanerías, para propiciar un Acuerdo Nacional como lo exigen las fuerzas vivas y sociales de la nación”. Todo lo plantea en medio de los “preocupantes” indicadores de la economía nacional, para lo cual también pide una rectificación del rumbo.

Propuesta de Nobel de Paz para Uribe refleja desfiguración de la realidad nacional que ha difundido el expresidente

La idea fue planteada en un artículo de opinión sin firma que publicó The Wall Street Journal, nota periodística que, según Cecilia Orozco Tascón en su columna de El Espectador, habría sido escrita por Mary Anastasia O’Grady, “aliada incondicional” de Uribe, y que trabaja en “la sección a la que corresponde la estupidez convertida en editorial”. Para Orozco Tascón, O’Grady (influyente miembro del consejo de dirección de The Wall Street Journal) tiene una antigua relación de amistad con el expresidente. “Y sus ‘análisis’ sobre Colombia parecen fiel copia de lo que divulgan Acore, Plinio Apuleyo Mendoza, José Obdulio Gaviria, Claudia Gurisatti o Hassan Nassar. Si lo escribe O’Grady haga de cuenta que lo suscriben estos”. Y remata: “Aparte de lo estrambótico que resultó su último panegírico al senador, no existe nada original en los comentarios de O’Grady: misma cantaleta de apelativos efectistas en que desaparecen las culpas del combo amigo a tiempo que exagera las responsabilidades ajenas”.

La culpa del fracaso del plebiscito la tuvo el extenso texto del Acuerdo

Las 297 “páginas de retórica”, igual que la “pedante sentencia que declaró la constitucionalidad de la ley 1806 que convocó al pueblo a ese certamen ‘democrático’” originaron la confusión que marginó al 62 % de los electores que se abstuvieron de tomar partido, considera Fernando Navas en su columna de El Nuevo Siglo. Para él, ni los del ‘sí’ ni los del ‘no’ explicaron pedagógicamente el sentido del Acuerdo. “Su discurso fue para excitar el hígado y no el cerebro y así lo hicieron porque se trataba de conjurar a la ignorancia y no a la conciencia”, agrega. “Pedagogos serios no se ocuparon de explicar el Acuerdo sometido al plebiscito. Los promotores aludieron a las personas y no a las ideas, estimularon  las pasiones, educación que ejercita la memoria y la sensibilidad pero no la razón y la inteligencia. Política para  pueblo rebaño y no elector consciente; en estos países  la democracia es un remedo”.

Hizo bien el presidente Santos en convocar el plebiscito

La razón es que si se le hubiera impuesto el Acuerdo a la inmensa masa de colombianos que votaron por el ‘no’ habría conducido a una división nacional de proporciones inimaginables, “que el buen tino del Presidente evitó”, asegura Emilio Sardi en su columna de El País, de Cali. “Tanto los del Sí como los del No queremos la paz. Esa verdad es precisamente la gran oportunidad que tiene el presidente Santos. Está en sus manos lograr una concertación nacional que permita llegar a un acuerdo que termine las actividades delictivas de la Farc, el grupo armado que más daño le ha causado a Colombia”.

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