“Lamentable ver a Uribe tan disminuido como un chiflado”

Así fue como se paró el hoy senador, según Melba Escobar en su columna de El País, de Cali, en la puerta del evento donde tuvo lugar la firma de los acuerdos en Cartagena para negarles la entrada a los invitados. Ella dice no saber si eso se deba a que al exmandatario “lo carcome el resentimiento de no haber sido él quien consiguió la paz para Colombia”, pero sí le reconoce que “pocos gobernantes han contribuido a este desenlace como él supo hacerlo”. Después de hacer un listado de los logros de Uribe, esta columnista dice que se queda con el Uribe que “quiso reformar la Constitución para permitirle hacer política a los exguerrilleros, con el que buscó una salida negociada, con el que apoyó a Santos en su candidatura”, y sostiene que él ha hecho más por la paz que por la guerra. Piensa que si su carrera política “tuvo un traspiés y quizá su salud mental también […], ese hombre sensato que alguna vez fue, generoso y dedicado a una transformación definitiva del país, sigue existiendo”. “A ese, o al que alguna vez fue, hoy sólo quiero darle las gracias de corazón. Gracias, Presidente. Porque este Sí que estamos a punto de alcanzar, también es un logro suyo”.

“Ordóñez quedó en lo que es: un politiquero alojado en la rama judicial para conseguir puestos”

El exprocurador apareció “desdibujado ya y desprovisto de la arrogancia que les imprimía a sus intervenciones públicas en las que hacía sentir que la Procuraduría residía en su poder subjetivo”, reseña Cecilia Orozco Tascón en su columna de El Espectador, al comentar la presencia del exjefe del Ministerio Público al lado de Álvaro Uribe en las protestas en Cartagena contra el plebiscito por la paz. “Ese señor de tirantes mal puestos y voz nasalizada que intentaba emular los discursos incendiarios del expresidente, no se veía, ni de lejos, como el personaje que representó el Ministerio Público cuya institucionalidad destruyó con su egocentrismo y cálculos electorales”, agrega, y por ello concluye que Ordóñez quedó en lo que es: “un politiquero alojado en la rama judicial para conseguir puestos y ascensos para sí y para sus aliados con base en el sistema de clientelas”.

Las Farc no pidieron perdón porque los obligó una corte, sino porque así lo exigieron los colombianos

Eso se le debe reconocer a ese grupo guerrillero, aun si los colombianos deciden no otorgarles el perdón, dice Laura Gil en su columna de El Tiempo. Para esta columnista, “una solicitud pública de perdón elaborada durante años como producto de una reflexión interna vale más que decenas de ceremonias de perdón dictadas por orden judicial”, aunque aclara que el discurso de ‘Timochenko’ “no se convierte por sí solo en instrumento de justicia, ni pone fin a la rendición de cuentas. No borra de un tajo los crímenes de lesa humanidad. […] Las palabras de Londoño fueron necesarias, mas no suficientes y, aun así, marcaron un hito en la construcción de la paz. No existe reparación que no comience por el reconocimiento de responsabilidad”. A partir de ahí, lamenta que “a punta de exigir actos públicos de perdón, los tribunales nacionales e internacionales los han devaluado”. Considera que estos gestos adquieren valor “cuando se dan como producto de un proceso político en entidades y grupos, que entienden la necesidad del reconocimiento de responsabilidad como una demanda de reconciliación y no solo para satisfacer un requerimiento judicial”.

Es pertinente examinar el papel que jugaron las Fuerzas Armadas para conseguir que las Farc se sentaran a la mesa

Ejército, Fuerza Aérea, Armada y Policía desarrollaron “el potencial para superar las limitaciones de las doctrinas solo “troperas” y pasar al estadio de una lucha que fundó su moral de combate en la inteligencia, la selectividad, la protección creciente de los derechos humanos y la reducción militar del enemigo con golpes quirúrgicos”, destaca El Colombiano en su editorial, y considera que la columna del éxito militar de las Fuerzas Armadas se consolidó al gastar “mucho más tiempo en analizar a la guerrilla” y dilapidar menos recursos “en operaciones que arrasaban, pero sin golpes eficaces e irreparables”. Y completa: “Los generales y sus tropas merecen nuestro agradecimiento pues no sin errores, protegieron a la población e hicieron un gran esfuerzo por mejorar y vencer. Y tal vez por ello están más preparados que nunca para asumir nuevos tiempos sin las armas de las Farc […]”.

Vamos por el Sí, así nos cueste también sudor, enormes esfuerzos y quizás muchísimas lágrimas posteriormente

La agridulce postura es de Álvaro de la Espriella en su columna de El Heraldo, en la que escribe que el texto del acuerdo firmado por Gobierno y Farc se advierte que “podrían ser acertadas las críticas de los partidarios del No cuando señalan que el Estado les  entregó más de lo razonable a las Farc”, y que “convierte a los criminales que se sentaron a la mesa de negociaciones sintiéndose víctimas y no victimarios en su soberbia arrogante”. Sin embargo, pese a todos los peros que encuentra, este columnista dice: “Alzando la vista, y pretendiendo descifrar el país para nuestros hijos y nietos, no hay razonablemente en el momento otro camino diferente a apoyar este Acuerdo, empezando por el plebiscito”.

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