El presidente terminó este miércoles de ajustar su gabinete y su equipo de cercanos colaboradores. Y de paso, anunció el fin de los superministros de la presidencia, que volverán  ser los consejeros presidenciales.

La salida de la flamante ministra de la Presidencia, María Lorena Gutiérrez, fue el final de esta figura. Su sucesor en el cargo será el exsuperintendente Luis Guillermo Vélez, quien desde el momento de su posesión será el secretario general de la presidencia, informa un comunicado oficial.

De hecho, no habrá cambios desde el punto de vista legal: el cargo formalmente se llama director del departamento administrativo de la Presidencia y dirige a la planta de personal de las entidades a cargo del presidente.

Con él, Santos aprovechó para anunciar la lista de sus altos consejeros en los diferentes frentes.

Estos son:

  • Alto Comisionado para la Paz: Sergio Jaramillo.
  • Alta Consejería Presidencial para el Sector Privado, Competitividad y Equidad: Carolina Soto.
  • Alta Consejería Presidencial de Comunicaciones: Camilo Granada.
  • Alta Consejería Presidencial para el Posconflicto, los Derechos Humanos y la Seguridad:  Rafael Pardo.
  • Aparte de eso, la anterior Dirección de Regiones será ahora la Consejería de las Regiones, a cargo de Carlos Correa.
  • Se crea además una Dirección para la Atención Integral de la Lucha contra las Drogas, que ejercerá Eduardo Díaz Uribe.
  • La Consejería para los Derechos Humanos seguirá en cabeza de Paula Gaviria.
  • En la Dirección de Seguridad estará Juan Carlos Restrepo y en Acción Integral contra Minas Antipersonales ingresa Sergio Bueno.
  • La dirección para la Relación con los Medios volverá a ser la Secretaría de Prensa, a cargo de Marilyn López.

El cambio, más que cosmético, es el reconocimiento del fracaso de una figura que Santos quiso instaurar pero que no prosperó: la del primer ministro, una mano derecha en el gobierno que se encargue de las gestiones mientras él ejerce las funciones de jefe de Estado.

Según Semana, la idea de un superministro que coordinara las tareas en el Estado se la dio Tony Blair.

En Colombia, sin embargo, no funcionó por los roces que se generaron con cargos que podrían tener funciones semejantes.

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