El único delito de esta profesional que trabaja en el área de planeación y control de proyectos de una empresa bogotana fue ser ella misma, es decir, tener un nombre y un número de cédula que —aunque las informaciones no precisan este detalle, pero pudo ser así— debió reportar como suyos una delincuente a la que buscan las autoridades por el delito de secuestro.

Ospina quedó en libertad once días después de ser capturada en el aeropuerto El Dorado, de Bogotá, pero en ese tiempo confirmó lo que toda la sociedad sabe o intuye: “Hay muchas personas en la cárcel, que no tienen la familia aquí, que no tienen recursos, que no pueden pagar un abogado. Están perdiendo su libertad y su vida por el sistema judicial que tenemos. Llegó la boleta de libertad un viernes y tuve que esperar cuatro días porque así funciona el sistema, porque la libertad de las personas no importa”, lamentó en Caracol Radio.

Su odisea comenzó el sábado 27 de mayo, cuando iba a salir de Bogotá a Curazao con unas amigas que le iban a celebrar su despedida de soltera. Pero el sueño, la alegría y la ilusión devinieron pronto en pesadilla, especialmente por cuenta de la inoperancia del sistema judicial colombiano.

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En Migración le preguntaron si ella era Johana Ospina, a lo que, obvio, respondió que sí. El funcionario le pidió entonces que lo acompañara. Ella pensó que era algo normal de revisión. “Lejos de imaginarme esto”: le dijeron que tenía una orden de captura por secuestro extorsivo.

De ahí la llevaron a una de las oficinas de Migración en el aeropuerto. Allí estuvo por espacio de 15 minutos mientras la persona de Migración hizo un informe. “Llaman a la Policía, llega un patrullero, que es el que me lleva a la oficina de la Policía en el aeropuerto”, recuerda Ospina en la emisora. Ahí confirman que tiene una orden de captura por secuestro por una denuncia puesta en Medellín en febrero pasado.

“No se preocupe. Esto debe ser un homónimo. Usted va ahorita a la Policía y allá deben hacer alguna validación de huellas, de fotos y ya. Usted debe quedar libre. No se preocupe. Tranquila”, recuerda Ospina que le dijeron. “En medio de todo, me tranquilizo un poco porque pienso que no va a ser tan complejo, tan demorado”, agrega.

Luego la subieron a una patrulla en donde comienzan a recorrer la ciudad. “Fuimos primero a la estación de Policía de sexta con 14. Ahí no me hacen ninguna validación de huellas ni de fotos. Simplemente validan que el número de cédula tiene una orden de captura activa y por tanto debo ser capturada”.

Ese sábado un patrullero le leyó sus derechos en una tienda. Ella preguntó si no le iban a hacer la validación de huellas, y el uniformado le dijo que no. La llevaron a Paloquemao, pero le dijeron que ahí no podía hacer nada porque la demanda era de Medellín. “De ahí vamos a la URI de Engativá, en donde tampoco pudieron hacer nada”, continúa en la frecuencia radial.

“Cuando vamos en camino para el búnker de la Fiscalía, ellos [los policías] recibieron una llamada y me dicen que nos vamos para la estación de Policía”. Allí permaneció hasta el martes. “¡¿Cómo así que hasta el martes?! ¿No se supone que hay 36 horas para que me legalicen la captura, para que me presenten ante un juez y él pueda validar que no soy yo?”, les preguntó Ospina a los uniformados.

Sin embargo, el policía le respondió que eso no se podía hacer porque eran días festivos y en Medellín no conseguían a nadie y en Bogotá tampoco les querían recibir, “así que tocó hasta el martes”. El domingo le enviaron al patrullero una copia de la orden de captura desde Medellín. Ospina vio la orden en la que aparecían unos padres que no son los suyos y un domicilio en Medellín. “Estos no son mis papás y esta no es mi dirección”, reclamó.

Ese día volvió a salir para la URI de Engativá. Un abogado de la Defensoría le dijo que el procedimiento era irregular, pero la Policía le dijo que lo de las 36 horas procedía cuando se trataba de capturas en flagrancia, pero que lo de ella era una orden de captura. El miércoles le confirman que la juez de Medellín ratificó la orden de captura y además dijo que debía permanecer recluida en un centro penitenciario.

“El jueves muy temprano me llevaron al Buen Pastor”, recuerda en Caracol Radio, al tiempo que se le empieza a quebrar la voz. En ese penal estuvo en dos patios: primero en el número 1, que “genera mucho miedo, porque uno ve de verdad cómo es que se vive en las cárceles de este país”.

“Afortunadamente solo estuve media hora”. Después la mandaron al patio 5. “Tuve la fortuna dentro de toda esta pesadilla de encontrar mujeres como yo que con muchas injusticias también están ahí. Hicieron mi estadía muy, muy amable. Son personas que se quedaron con un pedacito de mí”.

El viernes por la tarde le confirmaron que la juez en Medellín envió la boleta de libertad, que recuperó solo hasta el lunes, porque la boleta tiene que llegar en original y surtir un proceso de validación y verificación. “Pero, claro, cuando me capturaron a mí sí no había que validar mucho”.

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