La reacción del presidente Juan Manuel Santos, y de buena parte de la clase política colombiana, dista de ser la más prudente

En el caso de la Corte Internacional de Justicia (CIJ), el Jefe de Estado señala contradicciones en su sentencia de noviembre de 2012, “sin reparar que el mismo Estado colombiano no da muestras de coherencia al desconocer aquella sentencia y a la vez pedir que se cumplan ciertos puntos”, critica El Colombiano en su editorial.  Advierte, así mismo, que dejar de comparecer ante ese tribunal da lugar a la aplicación del artículo 53 del Estatuto de la CIJ, y Nicaragua podrá pedir que se emita un fallo favorable a sus pretensiones. “Y si tal fallo se produce, no deja de ser obligatorio porque Colombia se haya retirado”, agrega el diario antioqueño. También llama la atención sobre la propuesta de Álvaro Uribe de someter a consulta popular la fijación de frontera marítima, a la cual califica de “inconducente”. “Los dirigentes colombianos aparecen desorientados y confusos. Aparte de desconocimiento, con sus respuestas y ocurrencias no están mostrando sentido de Estado”, concluye.

Nicaragua intenta aprovechar la posición de demandante para mostrarse como una víctima de la injusticia

Detrás de eso, se esconden las ambiciones expansionistas nicaragüenses, con las cuales ha causado molestias en todos sus vecinos de Centroamérica y el Caribe, afirma El País, de Cali, en su editorial. Para este medio, con la decisión de la corte de La Haya “continúa la pesadilla causada por un vecino manejado por un gobierno ambicioso y marrullero que encuentra en los tribunales internacionales unos aliados […]”. Y es que si bien la corte de La Haya no se pronuncia sobre el contenido de las demandas de Nicaragua, “sí le reconoce […] derecho y legitimidad para presentar ese pedido, lo que implica reconocer la capacidad de la Corte para fallar” sobre las demandas de Nicaragua.

Al gobierno de Brasil lo domina la desfachatez y desesperación, y va más allá del doble discurso y de aquello de que el fin justifica los medios

“Dilma Rousseff ha perdido el estilo y cree que el haber sido guerrillera le da patente de corso para lo que sea, y que eso la justifica en todo”, critica Danilo Arbilla en su columna de El Espectador. Y es esta fase —continúa el columnista la mandataria brasileña, por un lado, dice que no renuncia y, por el otro, trata de interferir en la actuación de la justicia apoyando ostensiblemente al investigado Lula. “Al tiempo, procura presionar y neutralizar la acción de la Policía Federal que investiga el caso de corrupción en perjuicio de Petrobras y que días pasado fue a buscar a Lula para llevarlo a declarar. En dos semanas la presidenta lleva tres ministros de Justicia, cartera de la cual, precisamente, depende la Policía Federal”.

El nombramiento del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva como ministro en Brasil polariza la política, la justicia y la calle

Así resume la situación en el país sudamericano El País, de España, en su editorial. Destaca, además, que en medio de esa gran tensión, a la que se sumó la orden de suspensión cautelar del nombramiento por parte de un juez de Brasilia, inmediatamente recurrida por el Gobierno, hay juristas que cuestionan los procedimientos del juez federal Sérgio Moro, acusándole de vulnerar la ley; otros acusan a la presidenta —y a Lula— de poner trabas a la justicia. “Polarización extrema”.

¿Cómo haremos para dar electricidad a 63 millones de habitantes en el 2050 si dependemos casi exclusivamente del agua?

El interrogante lo plantea Manuel Guzmán Hennessey en su columna de El Tiempo, a propósito de la crisis energética por la que atraviesa el país y que exige respuestas a corto y largo plazo. Recuerda que todas las proyecciones de la ciencia indican que habrá fenómenos de El Niño y de La Niña más severos. “Nos convendría tener en cuenta lo que está pasando en otras partes, debido a que la crisis es global y el mundo se está moviendo hacia nuevos esquemas de electricidad”, dice este columnista. “Corresponde a los líderes del sector mostrar a la sociedad las tendencias y trabajar con los gobiernos una transición ambiciosa. Mal harían si en lugar de iluminar los caminos se empecinan en tapar el sol con las manos”.

Donald Trump está siendo exitoso en su campaña por la simple y sencilla razón de que le está hablando al ciudadano promedio estadunidense

Eso, lejos de estar buscando cortejar a Washington y a las élites partidistas, analiza Ana Paula Ordorica en su columna de Excélsior. Según ella, a Trump, lo que piensen, sientan o dejen de pensar “los de arriba”, le vale “un comino”. El precandidato republicano “se acerca a los enojados con la clase política y les dice lo que quieren escuchar: que él no pertenece a esa élite, aun cuando la conoce. Y que, por ello, sabe cómo debe tratarla y su éxito empresarial está ahí como testimonio”, agrega.

LO ÚLTIMO