En enero de este año, según el relato de Bonnett, Ospina le envió un trabajo de uno de sus estudiantes en el que se refería a su hijo, Daniel Segura, que se suicidó en Nueva York el 14 de mayo de 2011. En él se refería al tiempo durante el cual Daniel fue profesor en el Gimnasio Campestre.

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En el texto, el estudiante narraba cómo él y sus compañeros de clase habían matoneado a Segura en la institución, y sus supuestas amenazas disciplinarias para mantener el orden, así como un episodio en el que actuó violentamente contra uno de ellos.

En el texto del estudiante de los Andes, y ex estudiante del Campestre, hay comentarios y expresiones desafortunadas y crueles, como sobre su “voz algo afeminada”, o sobre el color rojo de su cara, “probablemente muy similar a la cara roja que vieron quienes pasaban por la calle cuando Daniel se votó (sic) desde su apartamento y dejó pintado el piso de sangre”.

Pero más desafortunadas que esas expresiones es que hayan terminado en la mano de su madre.

Bonnett plantea interrogantes sobre qué buscaba quien le envió el trabajo del estudiante:

¿Acaso informarle, por si no lo sabe, que su hijo sufrió burlas e irrespeto por parte de sus alumnos, para los que trabajó con dedicación y afecto durante dos años? ¿Hacerle cambiar de opinión sobre la condición serena y respetuosa de Daniel, mostrándole que tuvo una reacción violenta? ¿O tal vez hacerle recrear la imagen de su cara contra el pavimento, por si no la tiene?”.

Lo que Bonnett no revela en su columna es que Ospina ya le había pedido disculpas privadamente cuando vio su reacción adversa al envío del trabajo del estudiante, y que, según la versión publicada en su blog, no buscaba hacerle daño, simplemente pensó que podría ser un aporte al libro que ella estaba escribiendo sobre la muerte de su hijo. “Luego de leerlo pensé que esta podía ser una escena más del libro”, dijo.

“Le envié el texto a Piedad, le comenté que estaba escrito en reacción a esa película, y que su contenido era “agridulce”. Ella me respondió con un mensaje corto en que me decía que ya nada podía hacerle daño. Unos días después supe que Piedad iba a enviar una carta oficial a la universidad”, dice Ospina en su blog.

“Intenté disculparme por correo. En los mensajes que envié a Piedad le decía que ahora, con su reacción, me daba cuenta que había sido un error enviar ese correo así, y que había leído ese texto desde otra orilla, desde el lugar del profesor de Daniel, del que hizo una exposición sobre él como estudiante y como artista, como lector del libro, como alguien que había contribuido y quería seguir sumando elementos a esta narración. Sin embargo, le dije, comprendía que había sido impulsivo, que no había calculado la lectura de mi mensaje o del texto a la luz de otras interpretaciones. Le dije que si hubiera sabido que iba a enturbiar la buena relación que tenía con ella, sobre todo luego de la experiencia feliz que fue hacer la exposición, no lo habría enviado. Le dije que lo sentía y le pedí disculpas. Piedad Bonnet me señaló que se rehusaba a hablar conmigo y que ya había escogido un camino de acción”, agrega.

Nada de esto fue contado por Bonnett en su texto de El Espectador.

Ospina agrega que no compartía el tono del texto, ni la posición del que escribía. “(…) El relato me ayudaba a comprender aún más a Daniel, y sobre todo al artista que conocí”.

Ospina concluye reiterando sus disculpas:

Lamento el dolor que le pude haber causado con mi acto a Piedad Bonnet, me dejé llevar por la persona que he visto a través de sus cursos, del libro y las entrevistas sobre Daniel, ahora comprendo que no la conozco lo suficiente como para entender el efecto que iba a tener mi mensaje. Tampoco sé lo que es el dolor de perder un hijo. Una vez más: lo siento”.

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