El paramilitarismo es un cáncer que nunca fue curado en debida forma, y ahora invade a Colombia

A eso se debe el poder militar y territorial que hoy ejercen la banda criminal ‘clan Úsuga’ y otras organizaciones semejantes de manera violenta sobre los civiles como principales víctimas, sostiene Tatiana Dangond en su columna de El Heraldo. “Las advertencias que evidencian cómo el Clan Úsuga y otras organizaciones semejantes heredaron las mismas estructuras del paramilitarismo han sido reiterativas y al parecer ignoradas por un gobierno que le da la espalda a la extorsión, al narcotráfico, al asesinato de líderes locales y defensores de derechos humanos, así como a la corrupción institucional en los niveles locales”, lamenta, y sostiene que “aunque el paramilitarismo ya no tenga, en estricto sentido, silla en el Congreso, sí cuenta con la permisividad de las instituciones a nivel local, habiendo una connivencia entre los miembros de estos grupos y muchas de las instituciones encargadas de mantener el orden público dentro los municipios”.

No es nada nuevo que las Farc extorsionen, pero es un riesgo enorme para la salud del proceso de paz en las actuales circunstancias

En cualquier momento la práctica de ese delito puede llevar a un incidente que ponga el proceso en crisis, advierte Gustavo Duncan en su columna de El Tiempo, y recrimina que los medios y los generadores de opinión hayan sido hasta ahora “bastante condescendientes con las Farc por mantener esta práctica”. Por eso asegura que para los que pagan una extorsión en Caquetá, Meta y otros lugares distantes a los medios de comunicación, “el cese del fuego es una verdad a medias. Para ellos la violencia es real, si se rehúsan a pagar pueden perder su propiedad y sus vidas”.

Aumenta inconformismo por negociaciones con Farc y Eln, y la fragmentación del país es cada día más crítica

Eso demostró la pasada marcha contra el gobierno de Santos, convocada por el Centro Democrático, asegura Catalina Uribe en su columna de El Espectador. Enfatiza en la fragmentación, que califica de “preocupante”, pues, según ella, ha comenzado a involucrar a periodistas que, “por más politizados que estén, parte de su trabajo es, precisamente, pretender neutralidad”. Además, explica la diferencia entre un país dividido y uno fragmentado: “Que el país quiera dos cosas distintas no es malo. Esto implica que las personas están negociando y están comunicando sus demandas. Está bien presionar para que la ley se actualice y proteja a quienes se sienten excluidos. El problema real aparece cuando a un grupo le irrita la mera presencia del otro y está dispuesto a violentarlo así sea sólo verbalmente”.

Más allá del proceso de paz y del plebiscito que lo refrende, una paz sin trabajo no es paz

“No se ha oído hablar por ningún lado de un proyecto estructurado a nivel nacional, para garantizar el empleo de mucha gente y menos de impulsarlo con motivo del proceso de paz”, se queja Diego Arango Osorio en su columna de El Nuevo Siglo, y asegura que ni el Gobierno ni los partidos de la unidad nacional o de la oposición, menos a las Farc, ni la comunidad internacional se refieren al tema. “Pareciera que a nadie se le ocurriera que para que haya paz debe haber trabajo”, insiste.

La marcha del sábado es un llamado de atención que el presidente Juan Manuel Santos no debe despreciar

Refleja una creciente inconformidad entre los colombianos, por diversas decisiones del Gobierno Nacional, no solo en lo que tiene que ver con el proceso de paz, dice Gerardo Quintero en su columna de El País, de Cali. Piensa, además, que no solo los uribistas marcharon. “Tengo la percepción de que también salió mucha gente que no necesariamente comulga con las ideas del líder del Centro Democrático, pero que quería manifestar su rechazo a impopulares decisiones como la venta de Isagén, la crítica situación de los niños wayuu en La Guajira, la crisis energética y, claro, lo que corresponde al manejo de ciertos aspectos de las negociaciones con la guerrilla de las Farc”. Y anticipa que viene un pulso muy duro para el gobierno: “Esta marcha fue una cuota inicial de lo que puede pasar con miras al plebiscito con el cual se busca refrendar los acuerdos de La Habana”.

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