Y lo hace acudiendo a una lectura curiosa de investigaciones científicas y opiniones de seudoexpertos, pero partiendo de los mismos sesgos y prejuicios que pretende explicar.

Aldía.co cuenta cómo Daneidy Barrera Rojas, ‘Chamita Bella’ o ‘Chamita Cheer’, creadora de un video de apoyo a la Selección con el estribillo “¡Eh, eh, Epa Colombia!”, se convirtió en víctima del matoneo (‘bullying’), fundamentalmente, por su extracción social: ¡Guisa! ¡Ñera!

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“El combustible del video de ‘Eh Eh Epa Colombia’ fue la discriminación social”, dice Aldía.co, agregando lo que dijo una de sus fuentes, un experto en comportamiento humano: “Tal vez lo que más me conmovió fue leer los comentarios cargados de muchísimo clasismo, ver que es una persona que está afrontando acoso y violencia”.

Para Aldía.co, el fenómeno es el resultado de una “peligrosa mezcla” (¿para quién?) de 3 audiencias masivas, 2 de las cuales son: la que goza con el arribismo clasismo y la que se alimenta del ‘bullying’. De acuerdo, parcialmente. ¿Son audiencias diferentes? ¿El que matonea es diferente al que es arribista?

Pero al mencionar la tercera audiencia en la ‘peligrosa mezcla’, Aldía.co lo único que hace es sacar a relucir sus sesgos y prejuicios: “La que disfruta con el ridículo” (¿No puede ser el mismo arribista o el matoneador?).

O sea, lo que hace la ‘Chamita Bella’ es ridículo, no una expresión espontánea de una persona común y corriente. Y para rematar la describe como “muchacha estrambótica”. Parece que la conclusión fuera: la expresión de alguien, solo por ser diferente, es ridícula, es estrambótica; o la expresión de alguien, solo por ser de extracción popular, es ridícula, estrambótica.

Chamita, con amigos y defensores como esos, ¿para qué enemigos?

Luego, Aldía.co nos sorprende con la noticia de que académicos de la Universidad Nacional, “junto a los de otras prestigiosas como la de Aberdeen, en Escocia; Cambridge, Reino Unido y Zaragoza” encontraron el ‘Santo Grial’ que han estado buscando sitios web por años: la fórmula para viralizar contenidos.

En su lectura de la investigación, Aldía.co explica la viralización por la “fijación hacia el ridículo, hacia lo diferente, hacia el placer culpable”, lo que no explica para nada la viralización de millones de contenidos.

Luego, el mismo experto en comportamiento humano cuestiona si el papel de los medios es darles cabida a este tipo de cosas. ¿A cuáles: a las ridículas, a las populares, a las intrascendentes?

Luego, en un giro que parece contradictorio, el mismo experto destaca –acertadamente- el hecho de que quien hace el video es una mujer, lo que además del origen popular, explicaría el matoneo y la discriminación. ¿Entonces cuestionamos a los medios por dar cabida a… las mujeres como Daneidy?

A estas alturas, resulta por lo menos desenfocado creer que si ‘las cosas’ no las publican los medios, no existen. Las redes sociales tienen una fuerza y un dinamismo que superan con mucho la capacidad de los medios, al punto de que estos están plegados completamente a ellas: se nutren y, a la vez, difunden sus contenidos a través de ellas. En muchas ocasiones son los contenidos que circulan por las redes sociales los que les marcan la agenda a los medios.

Por eso mismo, es curioso el intento de ‘desmarque’ de Aldía.co de los demás medios. La suma de argumentos de supuestas ‘autoridades’ en el tema de redes no alcanza a confeccionar una crítica coherente y robusta al papel de los medios en este asunto.

En una interpretación de Aldia.co que se puede considerar un acierto dice: “Como Daneidy, hay millones de mujeres en Colombia que encajan en su perfil y debido a la enorme difusión probablemente van a recibir la discriminación, ya no en un comentario virtual, sino en la dura cotidianidad”.

Si lo que pone de presente el video de ‘Eh, eh, Epa Colombia’ es la discriminación por origen social o por género, en la Colombia del pre postconflicto, deberíamos alegrarnos que estos contenidos se viralizaran y llegaran a los medios, pero también preocuparnos.

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