Hasta ahora, la opinión del país se ha visto fuertemente dividida entre quienes defienden al columnista de Semana (decenas de directores de medios, editores, jefes de reacción, redactores y escritores firmaron el comunicado ‘Punto final’) y los que respaldan al expresidente, en primera línea su círculo más cercano en el Centro Democrático y después sus seguidores en redes.

Incluso, otro gremio que expresó su apoyo a Samper es la Asociación Colombiana de Editores de Diarios y Medios informativos, Andiarios, que sostiene que “denunciar hechos punibles es una obligación legal de los colombianos con base en principios constitucionales. Y para la investigación, imputación, juzgamiento y condena de delitos existen instituciones, normas y procedimientos”.

“La formulación confusa de supuestas denuncias a través de otros canales, en el contexto de purgas y revanchas personales con tufo político resultan absolutamente reprochables”, agrega Andiarios en su comunicado, y en la parte final de su texto expresa: “Nuestra solidaridad en esta ocasión con el periodista Daniel Samper Ospina, señora, hijas y familia”.

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En medio de este panorama radicalizado de posturas surge la opinión de Gloria H., que, en lugar de tomar partido por una de las dos partes enfrentadas, las responsabiliza.

De Samper, la columnista dice que siempre ha sido crítica de su “manera de burlarse de las personas a través de sus columnas. De reírse de los defectos de los famosos, que por ser famosos no significa que no tengan autoestima y por lo mismo no evalúa qué tanto daño pueden causarle sus palabras a su identidad”.

Para ella, hay algunos textos de Samper que “son apologías memorables de burla y ridiculización. Las comparaciones son de una agresión absoluta”, dice y reflexiona sobre el hecho de que la sociedad pide “a gritos que los muchachos no hagan bulling en los colegios, pero desde una columna como la de Samper Ospina hay un bulling constante para muchas personas”.

“¿Cuál es el límite para ese humor negro?”, se pregunta Gloria H., y responde: “Difícil marcarlo”, al tiempo que recuerda el caso de la publicación francesa satírica Charlie Hebdo, víctima de un terrible ataque terrorista que les costó la vida a varias personas.

“La libertad de expresión no puede ser ilimitada… No existe nada, absolutamente nada, en la condición humana, que no tenga que ‘obedecer’ a unos límites elementales de contención”, plantea. “Lentamente estamos aprendiendo que ‘todo’ o cualquier cosa no se puede decir, como si nada. Que hay un receptor que puede ofenderse. Que tener una opinión no da autorización para ‘vomitarla’ en cualquier lugar”. Según la columnista, a Samper “le están aplicando su misma medicina: interpretar los hechos como ‘me dé la gana’”.

Remarca que hay diferencia entre las “comparaciones odiosas” que hace Samper y la acusación de que es “violador de niños”. Pero a renglón seguido pregunta: “Entonces, ¿dónde queda la cacareada libertad de expresión ilimitada? ¿Dónde está el derecho a ‘decir todo lo que se me ocurra’? En el caso de Álvaro Uribe y Samper Ospina estamos ‘padeciendo’ las consecuencias de no poner alguna forma de contención porque ‘la libertad de expresión todo lo justifica’”.

De Uribe, dice que “se le fue la mano” en este caso y plantea que el problema está en que “pareciera que no existe ninguna forma de contención a todo lo que Uribe trina. Que desde su prepotencia tuviera licencia para vomitar lo que se le antoje”.

Y recomienda como “única forma elemental y equilibrada de encontrar la medida para este desborde de insultos y atropellos” apelar a la máxima filosófica universal, aplicable a cualquier circunstancia: “no hagas a otro lo que no quisieras que te hicieran a ti”.

Otro periodista que se mueve por una línea intermedia en este caso es Luis Carlos Vélez, de Caracol Radio. Aunque firmó la carta de los periodistas, en una entrevista le dijo a Samper: “Uribe la embarró y cometió un error, y adherimos a la carta. Usted sabe que yo no soy su amigo y no me gustan sus columnas, sobre todo cuando los ataques son personales”.

Y le recordó la columna ‘Uribe guerrillero’, publicada por Samper en Semana, con la que los seguidores de Uribe le dicen al columnista que él también trató al expresidente de algo que no es. “¿Cómo se responde eso?”, le preguntó Vélez.

“Todo eso está a la luz de la sátira y está soportado por una lógica argumentativa que tenía esa columna”, respondió Samper. “Eso es una caricatura, que es lo que yo hago con mis escritos, absolutamente válida para expresar una lectura que estoy haciendo de la situación política del país. No le estoy endilgando a él ningún delito”.

Y precisa Samper: “Es muy distinto endilgar delitos, que es lo que él [Uribe] está haciendo conmigo. Yo tengo la voz de un escritor de sátira, de un caricaturista. Él tiene la voz de un estadista, de un jefe de Estado, que es un líder muy importante y muy grande en Colombia. Él no puede utilizar su voz para golpearme sindicándome de delitos que no he cometido”.

Sobre el tema, otro columnista que toma distancia tanto de Samper como de Uribe es David Santos Gómez, que escribe en El Colombiano que los trinos de Uribe “son una mezcla extraña de información reciclada y ataques a opositores. Siempre polémico, el pasado sábado traspasó la línea cuando llamó ‘violador de niños’ a […] Samper. Después, y ante las críticas incesantes, defendió su postura con recovecos lingüísticos innecesarios e infantiles”.

De Samper dice que es “un columnista satírico que gana aplausos con chistes fáciles”. También asegura que “es previsible y coquetea con lo escatológico. Como el payaso entrometido de la piñata o el trovador incómodo de la fiesta empresarial”. Y al final de su columna plantea la salida más sencilla y efectiva para esta pelea que, como en otras ocasiones, absorbió al país: “Si [Samper] excede la libre expresión con el escudo de la burla debería ser la ley y no un expresidente quien le ponga freno”.

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