No dar a conocer acuerdos de La Habana da lugar a la ‘rumorología’

Ese es uno de los principales peligros de esta falta de comunicación oficial, advierte Víctor G. Ricardo en su columna de El Nuevo Siglo. Explica que la ‘rumorología’ es “la práctica de difundir tendenciosamente rumores o información no comprobada por parte de agentes que persiguiendo sus propios intereses buscan manipular la opinión pública”. Para él, en cuanto a la paz, se ve un país “unido en su búsqueda pero dividido respecto de las interpretaciones y rumores alrededor de lo supuestamente acordado, precisamente por la falta de pedagogía y socialización”. Por eso, reitera su invitación a que se den a conocer todos los acuerdos “en forma amplia, pedagógica y a través de los mejores canales de comunicación y se genere un debate nacional de altura sobre la verdad de lo acordado en beneficio de nuestro país. ‘Recordemos que más daño hace el chisme o rumor que decir la verdad’”.

Vigilancia de medios y redes parece ineficiente para reconocer la diferencia entre culpables e inocentes

La reflexión la hace El Espectador en su editorial al referirse al caso de la estafa de Interbolsa, que “tiene mezclados —y mediáticamente condenados— a los poderosos ‘dueños del chuzo’ junto con una practicante y otros empleados que, al parecer, como cualquier otro colombiano, simplemente iban a su oficina de buena fe a cumplir los mandatos de la empresa y sus directivas”. Se refiere, puntualmente, a los casos de Nathalia Zúñiga, Claudia Aristizábal y Juan Andrés Tirado, que “nunca fueron socios de la empresa, ni participaron de sus utilidades y nunca recibieron más que su salario”, pero llevan 18 meses presos. “Por supuesto, no se trata de argumentar aquí la inocencia de Zúñiga y compañía. Pero sí de advertir de la necesidad de que se les permita defenderse cuanto antes. Y, mientras tanto, siendo eslabones débiles en la cadena, que se levanten las restricciones indebidas de la libertad si no hay motivos imperiosos para mantenerlas”.

Elección del abanderado por parte del Comité Olímpico Colombiano (COC) resultó siendo un papelón

“Todo empezó –y mal– cuando Claro, empresa de telefonía móvil creó el concurso “El abanderado Claro”. Cabe aclarar que esta empresa de telefonía móvil patrocina al gimnasta Jossimar Calvo. O sea, blanco es, gallina lo pone, y todos lo comimos”, critica  Óscar Corredor Cano en una columna de El Colombiano. Recuerda que después de un accidentado proceso, por descarte se eligió a la judoca Yury Alvear para que llevara el símbolo patrio en la ceremonia de inauguración. “Ella aceptó sin refutar. La parte fea está en cómo el COC, a través de un concurso amañado, vendió por unos cuantos pesos un símbolo patrio y, además, creó malestar en atletas y colombianos en general. A Claro y al COC, el tiro les salió por la culata. ¡Qué bandera!”.

Las Farc deben reconocer que practicaron una política interna donde la mujer fue sometida y vulnerados sus libertades y derechos

Eso, si se quiere lograr la reivindicación y la no repetición de estas conductas, asegura Tatiana Dangond en su columna de El Heraldo, y recuerda que la violencia sexual ha sido “un arma de guerra donde las mujeres y los menores resultan ser el grupo más vulnerable”. Le critica al grupo guerrillero su “falsa moral”, pues, como es costumbre, “niegan la existencia de una política del grupo basada en la violencia sexual”. También sostiene que “La falsa idea de que la ‘mujer fariana’ cedió sus derechos reproductivos y sexuales a favor del grupo es un sinsentido a la luz de un Estado constitucional donde el cuerpo, los derechos y libertades fundamentales no son susceptibles de comercialización o cesión ¡Ni más faltaba!”.

Hay temas cruciales que deben quedar como resultado de las conversaciones de paz

Entre ellos, el de construir una sociedad incluyente en todos los órdenes, plantea Alfonso Gómez Méndez en su columna de El Tiempo, y se pregunta hasta qué punto la clase dirigente incrustada por años con castas políticas y familiares facilitará un vuelco real en el sistema político. También dice que la corrupción es otro claro ejemplo de que no hay real propósito de enmienda. “Todo el mundo hace política con la bandera de la ‘lucha’ contra ese flagelo. Pero no habrá verdadera voluntad mientras el Estado se siga entregando por pedazos a grupos o grupúsculos políticos, sin sentido de lo público”. Considera, asimismo, que no se necesitan más leyes ni estatutos que nunca se cumplen. “Si se cumpliera la norma constitucional que sanciona con pérdida de investidura, por ejemplo a los congresistas que piden puestos o contratos, llegaríamos en la práctica a una revocatoria del Congreso. El acuerdo de paz puede ser un buen pretexto para hacer ya lo que se hubiera podido hacer, incluso al margen del conflicto armado”.

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