Reyes arranca criticando la manía de disfrazarlos para ponerlos a bailar. Disfraces que no pueden costear, que les pican, que los inmovilizan, que les incomodan al ir a al baño… y que son parte de un acto cuyo significado para los niños es lo que menos se pregunta.

“Esa manía de disfrazar y de poner a bailar a los niños para entretener adultos ilustres no es privativa de la visita del Papa, sino una especie de práctica instalada en el ADN de este país”, dice Reyes en El Tiempo.

Reyes va más lejos y usa una palabra más ajustada para las rutinas a las que son sometidos los niños: ¡adiestramiento! La misma que se usa para referirse a las piruetas que se pone a hacer a los perritos. Pero ella define la palabra mucho más acertadamente con otras 2: y de silenciamiento y de recorte de alas. Y las horas invertidas en adiestrarlos: irremediablemente perdidas.

“Detrás de esos cuerpos infantiles disfrazados, exhibidos, maquillados, ensayados y uniformados, que han sido convertidos en ángeles blancos y estáticos, en personajes folclóricos o en destinatarios de favores electorales, se revelan las ideas de la infancia que, más allá de los discursos, se repiten en nuestra sociedad. La forma de utilizar a los niños, de proyectar en ellos nuestros estereotipos de exportación y de ignorar su libertad de movimiento, sus voces y sus tiempos de atención, tan distintos a los nuestros, parece ocultar nuestro miedo. ¿Miedo a su libertad y a su adultez que, a diferencia de la nuestra, aún no ha sido inventada?”, dice.

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¿Cuál es la propuesta de Reyes?

Obviamente, haberlos dejado expresarse espontáneamente, sin libretos, sin cámaras… lo que les hubiera permitido abrirse completamente, como lo hacen frente a “personas dispuestas a tomarlos en serio”.

Ne demoraron en aparecer críticos de la visión de Reyes.

“Eso es ‘gadejo’ (ganas de joder)”, dijo Ricardo Ospina en Blu Radio.

Néstor Morales, director de Mañanas Blu, dijo que disfrazar niños es una práctica en todo el mundo, y que eso no es malo. Agregó que los trajes eran los adecuados para el baile que iban a ejecutar.

Aquí el discurso de una niña leído en Medellín, escrito por un adulto.

 

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