Desde hace 5 años, González decidió vivir con Carla, una de las 3 muñecas inflables que él trata como si fueran personas de carne y hueso. Las lleva a comer, al cine, al parque y por supuesto, también duerme con ellas, informó el programa 4 Caminos de RCN.

“Cuando empecé con Carla fue especial porque fue la primera muñeca, y yo decía que esta es mi compañera que siempre va a estar conmigo”, comentó el hombre a la periodista Diana Carreazo.

Su enamoramiento empezó cuando los problemas en su matrimonio de 15 años con Luz Mary Vargas se volvieron desesperantes.

“Ella (la muñeca) no pelea, no discute, no le amarga la vida a uno (…) en la vida real las personas molestan por todo”, afirmó al programa para justificar un poco su fetichismo.

A la primera Carla, que se le dañó justo en la zona V (zona genital), la enterró en un paraje del Parque Nacional en Bogotá. A veces visita el entierro y pasa un rato en ese lugar. Luego vinieron más muñecas, pero nunca les cambia los nombres. Siempre las llama Carla, Sally o la Agente 69, comentó a 4 Caminos.

Sicólogos consultados por el programa piensan que Gabriel González, de 48 años de edad, padece un trastorno psicosexual o parafilia,  que es una modalidad de fetichismo propia de personalidades ególatras, narcisistas y autocomplacientes, una alteración más común de lo que se puede imaginar.

Pero pese a eso, ni González ni su esposa, incluso sus hijos, no creen que él esté loco. Lleva una vida normal, solo que en esa vida hay una o varias muñecas inflables que él trata como si fueran personas reales.

Cuando se dañan, el equivalente a enfermedades comunes y corrientes, Gabriel echa mano de un parche para llantas de bicicleta y hace el arreglo que corresponda. La que se vuelve irreparable, le arma un sepelio privado y la reemplaza por otra.

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