Ruiz Navarro plasmó su párrafo en su columna de opinión de El Espectador como parte de una crítica a la exclusión de mujeres escritoras en un certamen que se realizará en París el próximo 15 de noviembre, y cuya selección habría sido responsabilidad del Ministerio de Cultura (quien le echó el pato a problemas de agenda o a decisiones de editoriales francesas).

“Basta observar por un segundo a las mujeres que construye en su literatura nuestro adorado Gabriel García Márquez para ver que todas son musas, mozas o madres. Gabo habrá sido muy buen escritor, pero eso no quita lo machista. Que no se nos olvide que en ‘Cien años de soledad’ a Remedios Moscote la casan cuando sólo tiene nueve años y muere luego de que Aureliano Buendía la viola (a esa edad, es violación) y la preña. Sobre Remedios la Bella se podría escribir un largo ensayo sobre la mirada predadora masculina y el acoso. Tan machista era Gabo que en su verde vejez tuvo el nervio de escribir las ‘Memorias de mis putas tristes’, que además de ser un irrespeto simbólico a su fiel esposa, Mercedes, que literalmente lo mantuvo para que escribiera su gran obra, es una ‘fan fiction’ de ‘La casa de las bellas durmientes’ de Kawabata, que cuenta la historia de una suerte de prostíbulo a donde los viejos verdes impotentes van a restregársele a doncellas dormidas, es decir, es un libro sobre violaciones”, dice Ruiz-Navarro.

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En su columna de El Espectador, Torres Duarte se encarga de describir a las mujeres en la obra de García Márquez, y demuestra que van más allá de ‘madre, musa o moza’.

Y concluye: “Eso es el totalitarismo, como recuerda Kundera: ignorar que existen otras facetas de la vida”. “Ella es quien decide evitarlas (las otras dimensiones) y formular, en cambio, un análisis moralista y pobre”, dice.

Para Torres Duarte, Ruiz-Navarro convierte, equivocadamente, ‘Memorias de mis putas tristes’ en un diario de la vida de García Márquez, cuando en realidad es una novela; es decir, “reinterpretación de la realidad a partir de la fantasía”.

“No es posible juzgar con justicia a un escritor con base en criterios morales o en el feminismo ni con la idea fútil (de poca importancia) de que las obras y la personalidad de un autor se corresponden”, dice.

Sobre las críticas a Kawabata por haber escrito un libro sobre violaciones: “¿Y acaso está prohibido escribir ficción sobre este tema?… Esta forma sutil de censura estética es paradójica en alguien que se declara feminista”, dice Torres Duarte.

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