Preocupa el culiprontismo de los medios que sobredimencionan hasta los eructos de Álvaro Uribe

Tan preocupante como la “actitud antidemocrática del expresidente” al anunciar una resistencia civil contra los eventuales acuerdos de paz de La Habana es la narrativa periodística que, desde la perspectiva de enemigos, “convirtió esa amenaza en un una declaración”, advierte Mario Morales en su columna de El Espectador. Les critica a los medios de comunicación que no se fijen en el contexto de esa “amenaza”, que, para él, “no era más que una pataleta de quien se siente desplazado, hasta el punto que en sus balbuceos delirantes no acertó a decir en qué consistiría esa resistencia”. Añade que gracias al “perifoneo mediático”, y a que los medios lo convirtieron en el ‘top of mind’ de la agenda, el expresidente “ha tenido tiempo de ir configurando su globito de ensayo, que por lo pronto lo único que tiene claro es el poder de transmitir miedo y terror a los pobres ciudadanos que estaban dudando si apoyar o no el proceso de paz”.

Suena apresurado el llamado a la resistencia civil por parte de Uribe, sin haber concluido la negociación

Máxime, porque no se conocen los acuerdos definitivos, todo lo cual “introduce elementos de inestabilidad que inquietan a muchos colombianos que no quieren impunidad pero aguardan con buena fe posibilidades de cese de la violencia”, plantea El Colombiano, en su editorial. Recuerda que los colombianos, “si el Gobierno y el Congreso cumplen su palabra y la Corte Constitucional se ciñe a lo que la Constitución le manda, podrán manifestarse mediante plebiscito” sobre las concesiones que les pueda otorgar a las Farc el acuerdo en materia de justicia transicional y Jurisdicción Especial de Paz (JEP). “Hoy día todavía quedan vías institucionales para que la ciudadanía se manifieste, o por lo menos la ciudadanía que quiere saber lo que va a pasar con su país y no se margina ni por indiferencia ni por venta del voto”, dice.

Defensa de poderes reproductivos de mujeres como una especie de santidad milagrosa nos ha hecho mucho mal

En primer lugar, porque “esa supuesta superioridad de las madres lleva a que muchas mujeres asuman la maternidad no como una alternativa, sino como una condición inherente al género, una sentencia o privilegio que no se cuestiona”, sostiene Melba Escobar en su columna de El País, de Cali. Eso, remarca esta columnista, sin entrar a menguar la importancia de las madres y el rol materno, va en contravía del hecho de que las mujeres son capaces de emprender otros proyectos de vida, igualmente importantes a la concepción en términos biológicos. “La sobrevaloración de este atributo femenino (las dadoras de vida, las bendecidas) lleva a muchas mujeres a subirse en este tren sin desearlo. Madres que lo son por impostura, por ‘instinto’, porque nunca se han preguntado si esto es realmente lo que quieren y, de quererlo, si lo están asumiendo desde el afecto, la conciencia y la responsabilidad, o desde la inercia, el interés, la culpa o la presión social”.

El beso entre Poncho Zuleta y Silvestre Dangond fue una simple “mamadera de gallo”

Sobre episodios irreverentes como el que ocurrió en la tarima Francisco el Hombre, de Valledupar, entre los dos intérpretes del vallenato, Gabriel García Márquez sacó sus crónicas y sus novelas, asegura Adolfo Pacheco en una columna publicada por El Tiempo. A este juglar, considerado el más importante compositor vivo de la música vallenata, el hecho le produjo primero hilaridad, “que luego aumentó al observar cómo las redes sociales se inundaron de mensajes que despotricaban de Poncho por un beso en los labios, hasta el punto de dudar de su hombría”. Sostiene que, al analizar lo sucedido, siente “escozor” por percibir cómo piensa y actúa “una sociedad pacata que se estremece por un beso público y no lo hace cuando la ley saca de la intimidad el matrimonio gay”.

¿Puede el peligroso acto del encapuchado que disparó a la Policía tomarse como una simple chanza juvenil?

El interrogante lo plantea María Clara Ospina en su columna de El Nuevo Siglo, a propósito de lo que hizo Fabián Enrique Vargas, en Bogotá, durante la celebración del Día del Trabajo. “Creo que la sociedad debe hacerse esta pregunta con toda seriedad porque todo acto que pueda costarle la vida a alguien, o ponerla en peligro, no debe ser tomado, por ningún motivo, como una simple chanza pesada, o un juego”, sostiene, y agrega que lo de Vargas y otros “hampones” ese día fue, sin duda, “algo bien organizado”. Y hace más preguntas: “¿Quién los envío? ¿Qué pretendían? […] ¿Acaso son los mismos que han destrozados buses y estaciones de Transmilenio?”. Critica que hayan quedado libres porque un juez conceptuó que su delito ameritaba excarcelación, mientras los juzgan; “si es que los juzgan.  Y así continua la impunidad que se ha implantado en Colombia”.

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