Yuliya tenía un hijo. El colombiano, que se desempeñaba como guía turístico, le prometió que sería el papá del niño, relata El Espectador, que recoge el testimonio de la mujer kasaka.

Fueron a Kazajistán a conocer a la familia de Yuliya. Posteriormente, viajaron a Colombia. Se quedaron en un hotel cerca al Parque de la 93 (Bogotá). Ella pagó los pasajes y les llevó regalos a los familiares del colombiano.

Pero cuando regresaron a Dubái, el tipo empezó a mostrar su verdadera cara. Le aseguró a ella que quería invertir en un supuesto negocio de chorizos en Bogotá y varias veces le pidió plata con la excusa de que era para los salarios de los empleados del local.

“Calculo que en total le di 27.000 dólares. Nunca volví a ver ese dinero, pues después me enteré de que [él] tenía un préstamo millonario en un banco en Dubái y estaba mandando toda la plata para pagar la deuda”, contó la mujer a El Espectador.

No solo esto: ella compró toda la ropa que él necesitaba para estar en Bogotá y… ¡volvió a darle plata! Fueron 20.000 dólares más.

Se radicaron en Colombia en agosto de 2015. Ella tenía 2 meses de embarazos. Sin embargo, el colombiano maltratador no la dejaba ir a controles médicos pues, supuestamente, tenían “que ahorrar mucha plata”.

Así que durante cuatro meses ella se aguantó un dolor insoportable. Un médico le dijo que era una infección y le sugirió ir a la Casa de la Mujer.

El hombre no la dejó ir y empezó a ahorcarla, a pegarle con una ‘técnica’ especial’, basada en el jiu-jitsu, para no dejarle marcas en el cuerpo, y a consumir drogas.

Me ahogaba con su cuerpo. Tenía una forma muy específica de pegarnos en la cabeza. Pero había momentos de descontrol en el que también nos agredió, a mi hijo y a mí, con su cinturón”.

Los vecinos, al escuchar los gritos que imploraban ayuda, llamaban a la Policía, pero el abusador la amenazaba con que Bienestar Familiar le quitaría al hijo.

Ella dio a luz una niña, y la mamá de Yuliya viajó a conocerla. ¿Todo se iba a calmar? No: la abuela se fue y el hombre volvió a la violencia:

“Los golpes eran a diario. No quería que saliera de la casa. Solo quería que lavara y cocinara”, contó Yuliya.

Ella no pudo soportarlo más cuando él, sin importarle que Yuliya estuviera con la bebé en brazos, intentó molerla a puñetazos.

Era una noche octubre de 2016, y por fin dejó al maltratador. Tiempo después, Yuliya pidió asesoría en el consultorio jurídico de la Universidad del Rosario. Pudo separarse legalmente en enero pasado.

Entonces, decidió volver a Kazajistán. Pero la burocracia también la golpeó. En Panamá la devolvieron porque su hija, al ser colombiana, necesitaba que la abuela la invitara al país asiático.

El problema no lo podía solucionar directamente en Colombia, pues no hay consulado ni embajada de Kazajistán, sino a través de Brasil. Y no solo eso: resulta que el país asiático no acepta el apostillaje digital usado en Colombia.

Entonces, Yuliya le pidió a la Cancillería un certificado que explicara que el apostillaje digital de Colombia es el oficial.

La Cancillería no puede comunicarse directamente con Kazajistán. Por eso, le envió el documento a su par en Brasil.

Brasil, a su turno, se lo envió a Kazajistán.

Ahora, Yuliya espera la respuesta de su país natal.

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