“Lo tiene un familiar en una ciudad, y está bien”, afirma. “Lo voy a tener cuando verdaderamente vea que sí se dio este proceso de paz”, añade.

El padre de su hijo mayor murió en combate. En noviembre, quedó nuevamente embarazada de su actual compañero, otro guerrillero.

Josleidy no oculta sus temores acerca de la estabilidad de la paz en un país devastado por la violencia que ha enfrentado a guerrillas, paramilitares y agentes estatales.

“Me preocupa su futuro”, dice sobre el bebé que piensa tener en la zona de desarme de San José de Oriente.

No quería ser madre otra vez. Pensaba volver a estudiar. Ahora debe encarar ambas cosas, afirma con una sonrisa triste esta guerrillera apodada ‘La Catira’, por su piel clara.

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Como todas la mujeres de las Farc (40 %, de unos 7.000 combatientes), usaba anticonceptivos, según exigía el reglamento interno. La espantaba un embarazo porque temía que su hijo se convirtiera en objetivo militar contra la guerrilla.

Sin embargo, a los 17 años quedó embarazada. Le dieron permiso para salir y se escondió en un pueblo con su madre. “Lo parí y lo entregué a mi familia como a los tres meses”, cuenta. Después, volvió a empuñar el fusil: “¡No iba a traicionar a mi organización!”.

Asegura que nadie le pidió que abortara: “Aquí nunca fue una obligación. Aquí han nacido muchos niños, muchos. Muchos están fuera del país, hijos de guerrilleros y guerrilleras. Están ocultos por seguridad. De pronto con este proceso van a regresar”.

Exguerrilleras han declarado, sin embargo, lo contrario. El 9 de marzo, España extraditó a Héctor Albeidis Arboleda, ‘El enfermero’, señalado de interrumpir a la fuerza el embarazo de “cientos de integrantes de los grupos armados ilegales” entre ellos, de las Farc y el Eln.

Para Josleidy, eso es “propaganda negra de la extrema derecha”.

Gladys Narbais, de 44 años, coincide. Fue madre en un campamento en la Sierra de Santa Marta: “Me dejaron tenerlo sin ningún problema”. Sin embargo, terminó entregándolo a una familia: “Por cuestión de la guerra, uno no lo puede cargar”.

Solo dos veces vio a su hijo desde entonces: a sus 10 y a sus 15 años. “Me dolía (…) Pero sabía que iba a estar bien”, dice.

Su hijo, llamado Fernando, ahora tiene 24 años y estudia sistemas.

Las Farc han vivido en los últimos meses un verdadero ‘baby-boom’, con decenas de nacimientos desde el comienzo de las negociaciones de paz lanzadas. Andrés David es uno de ellos.

“Nació el 15 de octubre de 2012”, recuerda Margot Silva, que ha pasado 16 de sus 30 años en la guerrilla y tuvo a su hijo en otro campamento.

“Tener un hijo aquí es como volver a nacer”, agrega su pareja, Mario Rodríguez, de 33 años.  

Josleidy también ve todo con nueva luz. “Buscaré a mi hijo y, con el otro que espero, podremos formar un hogar”, dice, soñando un futuro junto a su actual compañero.

Por Florence Panoussian-AFP

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