Los médicos generales seguirán siendo profesionales de segunda por cuenta de los negociantes de la salud

Y es que la medicina en Colombia está cada vez más manoseada debido a que se ha convertido en el mejor de los negocios, desde cuando se aprobó la Ley Cien, “con el vapor que en ese entonces le aplicó el senador Álvaro Uribe”, lamenta Gabriel Ortiz en su columna de El Nuevo Siglo. Esa profesión “ha llegado a insospechables niveles de deterioro y desprecio, donde un profesional que era considerado como el abanderado de las familias colombianas ha pasado a ser un simple operario, al que se utiliza como cedazo para llevar a los enfermos hacia los especialistas”, agrega Ortiz. Esos profesionales —continúa— se estrellan “con los negociantes de la salud, que les dan tratamiento de segunda y los oprimen con irrisorios salarios, pésimas instalaciones y abusivos horarios”. Los mercaderes de la salud y la falta de apoyo del Estado “se ha afianzado en la Ley Cien, para garantizar monumentales utilidades a quienes hoy manejan ese lucrativo negocio. Solo manejan el signo pesos, poco les importa el ser humano”.

Que marchen los uribistas contra las barbaridades que cometieron cuando aún eran “de los mismos”

Que marchen contra todo lo que tanto quisieron una vez pero al final no alcanzaron a hacer: desde firmar la paz con las Farc hasta vender Isagén, dice Ricardo Silva en su columna de El Tiempo. “Que mañana marchen y marchen y marchen hasta que la marcha sea contra ellos mismos […]. Que marchen cejijuntos ‘para defender la democracia’, ja, de las garras reaccionarias de ellos mismos. Que marchen contra todo lo que está tan mal en este país que embolata las pensiones, somete con cuentagotas a los trabajadores independientes, ostenta el récord Guinness de impuestos indirectos, encara el engañoso sistema de salud que empieza en la uribista ley 100”, agrega, y enfatiza: “Que este sábado 2 de abril marchen los señores feudales contra ‘Santos el comunista que está entregándole el país al terrorismo’ tal como ese jueves 17 de marzo marcharon los vasallos contra ‘Santos el neoliberal que entregó el país a las multinacionales’”.

La marcha promovida por el Centro Democrático debe ser vista como una manifestación de libertad democrática

Así debe ser en razón a que, en condiciones de plena normalidad, se ejercerán derechos fundamentales como la libertad de expresión, la libertad de opinión, la de reunión pública y pacífica, así como de derechos políticos básicos como el ejercicio de la oposición y de control a la gestión del gobierno, explica El Colombiano en su editorial. “Es una iniciativa proselitista legítima que no tiene por qué ser estigmatizada”, subraya el diario antioqueño, y advierte que afirmar que esa jornada es contra la paz o que su propósito es abogar por la continuación de la guerra, o incluso que es para defender la impunidad del uribismo “es una actitud sectaria que busca negar el ejercicio de la libertad de expresión y de los derechos a participar de la vida política del país”.

Las comodidades que ofrece la universidad de Los Andes no son más que un síntoma de su aislamiento

Ese centro de educación superior forma profesionales en apariencia excelentes, pero que se encuentran en absoluto desconocimiento de la realidad que los rodea, asegura Valentina Coccia en una columna de El Espectador, en la que también critica “el completo desinterés de la universidad por el futuro de sus egresados”. De acuerdo con esta columnista, “esa apariencia de prestigio y de calidad, ese nombre intachable que la universidad debe mantener ante Colombia y el mundo, esa filosofía de élite que encubre cada una de las asignaturas dictadas, es la pantalla incólume de una universidad que quiere que sus egresados sean solo elementos valiosos para el sistema”. Sostiene, así mismo, que Los Andes “no es una universidad que les enseña a sus estudiantes a cuestionarse, a ser creativos, a buscar alternativas a las ya existentes, sino que por el contrario, solo busca que se reafirmen en el aparato estatal colombiano, ocupando puestos importantes para la permanencia de las estructuras políticas y sociales”.

Si las negociaciones con las Farc han sido complicadas, el proceso con el Eln sí que va a ser dispendioso

La primera razón para que eso sea así es que el Eln es diferente a las Farc, que funcionan como un ejército, con un mando unificado y jerarquías claras, explica Diego Martínez Lloreda en su columna de El País, de Cali. “El Eln es una especie de confederación, donde cada frente actúa por su lado, bajo el mando del cabecilla de turno y usando la franquicia de la organización”, lo que implica que lo que acuerden los negociadores de esa guerrilla también tiene que ser avalado por el comandante del frente. De acuerdo con este columnista, la agenda acordada con el Eln es “absolutamente etérea y se presta para dilatar la negociación”. Pero en algo coincide la negociación con los dos grupos guerrilleros: en que “es un gran negocio negociar”. De ahí que concluya: “Para las Farc, estos años de negociación han sido solo ganancia. Los costos comenzaran a pagarlos cuando firmen la paz. Por eso, quieren dilatar ese momento todo lo que puedan. Y lo mismo, sin dudarlo, intentará el Eln”.

Las instituciones del Estado deben actuar con la máxima contundencia contra el fenómeno de las bandas criminales

Y deben hacerlo antes de que acabe por asentarse como una nueva forma de violencia en el país, máxime si se considera que están en marcha procesos para que la guerrilla deje las armas, alerta El Heraldo en su editorial, en la perspectiva de que existe “el temor fundado de que muchos combatientes, habituados a una existencia fuera de la ley, sentirán la tentación de seguir en sus andanzas, mediante la conformación de bandas delincuenciales”. El panorama es, pues, inquietante. Y la eficacia con que el Estado responda a los Úsuga será determinante para garantizar un futuro en paz para el país.

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