Mientras en Oslo, Noruega, las luces de fiesta y las antorchas siguen iluminando el punto más alto de la carrera política  del presidente Juan Manuel Santos, galardonado por la academia con el premio Nobel de Paz, en Colombia le esperan las últimas páginas, quizá las más difíciles, de un proceso accidentado que ha divido al país y que plantea un panorama tan enmarañado como sinuoso por las transformaciones que supone la desmovilización e incorporación a la vida civil de casi 7.000 guerrilleros de las Farc.

La política y la paz

Semana  resume en 4 puntos claves las dificultades, más bien políticas que jurídicas y más de interpretación que de aplicación, que se debatirán en los próximos días y que marcarán el camino que ha de seguir el nuevo acuerdo de paz, primero en la Corte Constitucional y después en el Congreso:

1) ¿Puede ser considerado el documento firmado un nuevo acuerdo o simplemente un maquillaje del anterior? 2) ¿Tiene el Congreso la facultad de refrendar el acuerdo? 3) ¿Esa refrendación vía Congreso puede ser considerada una refrendación popular? 4) ¿Puede ser considerado el fast track un mecanismo constitucional?”.

El debate será político, indica la revista, y se concentrará en los procedimientos irregulares aunque no ilícitos a los que el Gobierno tendrá que apelar para garantizar  un marco legal que sirva para la implementación del acuerdo.

Irregular que el Congreso refrende los acuerdos cuando el compromiso del presidente Santos siempre fue la aprobación popular, como irregular sería si la Corte Constitucional aprueba la vía rápida para la formulación de las 50 normas de la paz. Sin embargo, dice la revista, “las decisiones por tomar sobre los temas anteriores deberán necesariamente tener en cuenta la conveniencia nacional”.

Eso es perfectamente posible gracias a la flexibilidad jurídica que ha demostrado tener el país “para marcar hitos históricos” en los momentos cruciales de la vida política de los colombianos, agregó Semana.

Santos, a gobernar en paz

Para Santos, el justo merecedor del Nobel de Paz por su apuesta arriesgada, su método, su pragmatismo, su  responsabilidad y su seriedad inobjetable, describe Héctor Abad Faciolince en El Espectador, le esperan las otras promesas que elevó su gobierno, entre ellas:

Disminuir la pobreza extrema, mejorar el nivel educativo, mantener el nivel de empleo, no favorecer a grandes contratistas y no sacrificar el ambiente por los intereses de la gran minería. Ahí hay y habrá siempre pendientes”.

Más allá de la prosa y de la descripción sucinta de lo que ha pasado en los últimos 6 años con el proceso de paz, Faciolince espera que el mandatario pueda darle un buen final a su periodo presidencial, porque un error insólito podría llevarlo a desafinar  tan terriblemente que muchos verían su arduo trabajo en favor de la paz, como si fuera una novela cuyos “últimos capítulos  son una porquería”.

Salvado eso y quizá como una visión premonitoria del estadista que supo ser un hombre de guerra cuando tuvo que serlo y un hombre de paz con el cambio de la marea, Faciolince cree que Juan Manuel Santos en el epílogo de su carrera política, “se dedicará a la academia, a explicar cómo armó el teorema de la paz. No será un estorbo, ni un envidioso, con el presidente que lo suceda. Lo dejará gobernar en paz. Sobre todo en paz. En esa paz que él pudo construir, contra todo pronóstico y contra los más duros enemigos en ambos extremos”, concluyó el autor de la novela ‘El olvido que seremos’.

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