“En mayo de 2016 una compañía de seguridad privada efectuó un rastreo en la residencia oficial del entonces vicepresidente de la República… la requisa electrónica, de acuerdo con un reporte entregado a Vargas Lleras, encontró que en su habitación matrimonial y en la sala de juntas privadas habían sido camuflados varios dispositivos de monitoreo de audio y video”, dice Coronell en la revista.

En el libro se afirma que el hallazgo de los aparatos de espionaje fue pagado por un amigo de Vargas Lleras. Por alguna extraña razón los aparatos no fueron detectados las agencias de inteligencia del Estado, que periódicamente revisaban su residencia.

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Coronell dice que las agencias del Estado habían sido negligentes o ellas mismas instalaron los aparatos. Una tercera opción es que la firma privada que los encontró lo haya plantado.

El periodista dice también que representantes de la firma privada de vigilancia niegan que hubieran realizado el trabajo de detección.

Pero Coronell agrega que habló con una de las cabezas de inteligencia del Estado, quien le dijo que “pensaba que todo era un montaje patrocinado por alguien que estaba tratando de indisponer al vicepresidente con los organismos de seguridad o con el propio Presidente de la República”.