El documental “Señorita María, las faldas de la montaña” del director Rubén Mendoza, hizo que esta mujer transgénero, de origen campesino y conservadora de crianza, se hiciera visible para el país y el resto del mundo.

El programa Los Informantes la buscó en su casa de tejas y piso de tierra, en donde cuida de unas vacas que más bien parecen un par de perros enormes que baten la cola al verla llegar al corral del ganado.

Su historia conmovió  a los jurados del Festival Internacional de Cine de Cartagena que vieron en el relato de esta mujer solitaria, devota de la Virgen María, “los asideros de un personaje entrañable” capaz de soportar a  “un mundo que se ha empeñado en maltratarla”.

Nació hace 44 años en Boavita, Boyacá, en una vereda lejana unas 2 horas del casco urbano de la población que fue un fortín de los ‘chulavitas’, la guerrilla conservadora que protagonizó los primeros años de la violencia en Colombia, destacó la periodista María Elvira Arango.

El artículo continúa abajo

Nunca conoció a sus padres, ni a nadie que reclamara ser un familiar suyo debido, sin duda, a su extraña condición sexual, por lo que muchos acuñaron la idea de que había nacido de la unión indebida entre dos hermanos y que por eso su abuela (o la mujer a quien ella llamaba mamá) la crió aislada del resto del mundo.

Fue muy duro…” dijo arrebatada por los recuerdos que todavía la atormentan.

Me escondía humillada de mi mamá, en la casa encerrada, por allá entre el monte.  Lloré, toda desesperada, y pedía a Dios que se acordara de mí algún día o que llegara una persona, pero que fuera un buen cristiano, a ver si yo podía cambiar”, expresó con esa voz delgada que siempre aflora tras una sonrisa o un llanto.

Antes estoy viva, porque mi vida ha sido muy dura” apuntó a decir María Luisa mientras caminaba con la periodista en las calles empedradas de Cartagena.

Desde pequeña ha sido víctima de discriminación. Los demás niños la escupían o la ultrajaban, pero dice que eso no le afanaba porque siempre ha estado firme y que los seguirá estando hasta la muerte.

Estuvo obligada a esconder la cara y no hablar con nadie. Cuando iba a la tienda de víveres, tenía que estar de vuelta antes de que se secara la saliva que escupía su mamá en el piso. No hacerlo, implicaba castigos que María Luisa se niega a relatar.

Cuando más hundida estaba, le rogó a Dios que le sacará de ahí.

Padre lindo, yo no quiero estar sola

Vea el avance del documental del realizador Rubén Mendoza:

LO ÚLTIMO