Ahora tiene 18 años y una nueva vida, por lo que prefiere no dar su nombre real. Integra el proyecto teatral ‘Victus’, que reúne a exguerrilleros, militares retirados, antiguos paramilitares y víctimas civiles, todos actores del conflicto armado colombiano.

“Me tocó jugar con un arma”, dice sobre la década que pasó con el Eln, la única guerrilla activa del país.

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“Es impresionante compartir hoy con personas con las que nos matábamos, y si este grupo se puede reconciliar, ¿por qué no va a ser capaz un país? Todo depende de nosotros”, comenta al hablar de ‘Victus’

La historia de este joven contada con su propia voz:

Soy de Tame, Arauca, zona roja del país. Me reclutaron a los ocho años. Me sacaron de mi colegio en el campo. Los ‘manes’ venían en una camioneta, hicieron tiros y nos llevaron a 15 niños y dos profesores.

Nos montaron a la camioneta. Cuando paró estábamos en la jungla. Íbamos puros ‘peladitos’ de ocho, nueve, diez años.

Nos dejaron amarrados. Al otro día, nos levantaron con un baldado de agua: “Párense, gonorreas. Bienvenidos al Eln”. Formaron a toda la guerrilla. “Reclutas, están en el Frente Domingo Laín del Eln”, dijeron, y mataron a nuestros profesores frente a nosotros.

Al año me llamaron: “Su nuevo nombre va a ser Camilo”. Me dieron fusil, ropa, equipo.

Cinco años después supe quién me reclutó: fue mi hermano. Le decían ‘González’. Se había ido de voluntario años atrás al Eln. Como iban enmascarados no supe que era él. “‘Camilo’, yo fui el que lo sacó del colegio porque no quería vivir esta historia solo”, me dijo.

Meses después la guerrilla lo mató sin razón, pero nadie sabía que era mi hermano.

Me dijeron: “Mate a ‘González'”. No fui capaz.

“Mátelo o lo matamos a usted”. Me pasaron una pistola, pero la tiré y me fui. Escuché los tiros. Sentí como si me los hubieran dado a mí.

“El que quiera ir a mirarlo vaya, lo vamos a enterrar”, dijeron. No quería ir pero fui. Antes de que lo fusilaran me pidió perdón y no lo perdoné.

A mis 15 me enamoré de una chica. Le decían ‘Elena’. Yo era mando, y en un hostigamiento iban ella y tres compañeros más. Regresamos todos menos ella. Le dije a mis compañeros: “Váyanse”, y me devolví.

Buscaba, buscaba y no encontraba. Elena estaba en una matica. Le dije: “Vámonos que nos matan”. “No puedo, me hirieron”. La fui a alzar y se le salieron los intestinos.

“¡No te quiero dejar aquí!”. Y ella: “Agarra mi fusil y vete, porque llega el Ejército y te mata también. Que me maten o mátame tú para no sufrir más”.

Escuché un bombazo y ya llegaban las tanquetas. Corrí y me tiré por un abismo donde había un río. Desde otra loma miré cuando llegó el helicóptero. Pensé que la recogían en camilla, pero era una bolsa blanca.

Me salí del ELN con un compañero. Estábamos cerca a las Farc. “Vamos con las Farc, que hay viejas buenas”, dijo.

Nos quedamos esa noche con ellos. En la mañana, llegó un comandante nuestro: “Hey, ‘compita’, ¿ha visto usted unos guerrilleros del Eln?”. El ‘fariano’ le dijo: “Sí, aquí están”.

“Salgamos para que no nos pillen”, dijo mi compañero.

Duramos 15 días caminando, hacia un pueblito. Yo estaba emocionado: “¡Estamos libres! ¡Nos salimos de esa mierda!”.

Vimos un campamento de soldados y le dije a mi compañero: “Si escucha unos disparos, es porque está la guerrilla. Pero si yo alzo la mano, es porque puede seguir”.

Llegué y salieron todos esos manes con fusiles. “No disparen; vengo a desmovilizarme. Me vengo a entregar, soy del Eln”. Y alcé la mano.

Casos “excepcionales”

El analista Ariel Ávila aseguró que “los casos de menores reclutados de esa manera son realmente (…) excepcionales porque es muy difícil que el Eln se ponga a criar muchachos a los ocho años”.

El jefe máximo de esa guerrilla, Nicolás Rodríguez Bautista, conocido como ‘Gabino’, se unió a las filas del ELN a los 14 años y lo ha comandado desde 1998.

Por Daniela Quintero – AFP