Si bien la desproporcionada reprimenda (atribuida por medios como Amarillas Bogotá a Benjamín Carrillo, al parecer, empleado de la alcaldía de Mesetas, Meta), no se ve claramente en las imágenes, los ruegos de la menor, que arrugan el corazón, sí son perfectamente audibles, pero no para el agresor.
“¡No, no no, papito! Noooooo” le grita la niña para que no la golpee, pero el desenfrenado le sigue pegando.
“¡Yo se lo advertí! ¡Le dije, Sara! ¡Hoy me pegó una cachetada usted a mí, a su papá!”, le grita el hombre.
En medio de una breve pausa de la paliza, la niña lo reconoce, en medio de su inconsolable llanto: “¡Sí, señor! Por eso digo…”, pero no pudo terminar lo que le quería expresar.
“¡¿Por qué es tan abusiva?!”, la interrumpe el papá.
“¡Yo lo acepto!”, alcanzó a agregar la niña.
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Pero él no la deja hablar: “¿¡Yo lo acepto!? ¿¡Yo qué saco con aceptar y darle consejos a usted, ah!? ¡Pendeja! ¡No sea abusiva! ¡Yo a usted le he dado más de un consejo! ¡Usted está tratando con su papá…! ¡Yo a usted no la irrespeto, pendeja!”, le grita y reanuda la golpiza.
“¡No, papito! ¡No más! ¡No más! ¡Papi! ¡Sí cometí un error! ¡No más, no más…! ¡Cometí un error!”, ruega la niña en medio de gritos e inconsolable llanto, pero el hombre no se detiene.
Una de las cosas que llama la atención es que, al parecer, el adulto y la menor están solos en el recinto, porque nadie va a socorrerla, aunque sí estaba presente la persona que grabó el video (y, como en muchas ocasiones, prefirió grabar a interceder).
Pero quizá lo más grave de este conmovedor hecho sean los comentarios que se desataron en redes: unos descalifican la respuesta del hombre, pero otros demuestran que en Colombia persiste la creencia de que la única forma de superar la violencia es infligiendo más violencia (piensan que la cachetada de la niña a su padre mereció la golpiza del adulto), y que la única forma de educar a los hijos es golpeándolos, humillándolos, degradándolos hasta el extremo aprovechando su indefensión.
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