Reunidos en el campamento del Frente 34 de las Farc, un remoto paraje a orillas del río Arquía en plena selva del Chocó (noroeste), los guerrilleros celebraron la llegada del nuevo año al son de vallenatos y cerveza.

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Dos de ellos son alias ‘Yeiler’, que quiere trabajar con comunidades, y ‘Cristina’, que anhela reencontrarse con su familia. Ambos comparten una militancia de años en las Farc y esperan que en 2017 se transforme en una lucha política legal con la implementación del acuerdo de paz en Colombia.

“Me gustaría reencontrarme con mi familia y comenzar una nueva vida para ayudarnos unos a otros, no con la guerra como se ha vivido en este país”, contó a la AFP ‘Yeiler’, un joven de 21 años que se perdió el festejo de fin de año por cumplir labores de guardia.

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En el campamento, donde unos 130 rebeldes de las Farc se alistan para abandonar la lucha armada y empezar un camino hacia la legalidad, los deseos de cada combatiente son diferentes según su propia experiencia.

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Pero todos comparten la aspiración de mantener la lucha política, ahora con los fusiles silenciados por el acuerdo de paz firmado en noviembre con el gobierno de Juan Manuel Santos.

“Continuar la lucha”

Aficionado al fútbol y miembro de la principal guerrilla colombiana desde hace siete años, a Yeiler le gustaría estudiar y que en un futuro su hijo –nacido hace un año fruto de su relación con otra rebelde– no se encuentre en las condiciones que lo obligaron a empuñar un arma: abandono estatal, falta de educación y de alimentos.

En su opinión, la lucha de las Farc “es justa”, aunque reconoce que llegó el tiempo de compartir lo que aprendió en la insurgencia con las comunidades más desprotegidas.

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Por su parte, ‘Cristina’ tiene dos aspiraciones para el año que comienza: volver a ver a su familia y que el Estado cumpla lo pactado para poner punto final a un conflicto armado de más de medio siglo, durante el cual las FARC secuestraron, desplazaron y asesinaron a miles de personas.

“Espero seguir en el partido que vamos a conformar y continuar en la lucha, y que este proceso de paz sí se consolide”, dice esta joven de 26 años, a quien su jean desaliñado, su blusa gris y sus zapatos tipo “crocs” la podrían hacer pasar por cualquier ciudadana, si no fuera por el camuflado de su arnés y su fusil.

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“Que no nos vayan a traicionar, porque la paz es lo que más anhelamos los colombianos”, afirma ‘Cristina’, que quiere ser periodista.

Las Farc se comprometieron en el acuerdo de paz a concentrarse en 26 zonas bajo la supervisión de la ONU, en donde dejarán las armas en un periodo de hasta seis meses.

Actualmente, las tropas están en puntos de preagrupamiento temporal, a la espera de la adecuación de los campamentos donde harán el tránsito hacia la vida civil.

“Ver a los niños sonreír”

“Ojalá (…) entre todos [los colombianos] hagamos un convencimiento a las familias para que esta guerra, que ha sido tan inhumana, se acabe y por fin podamos ver a los niños sonreír, pensar en el futuro de las nuevas generaciones”, asegura Pedro, el comandante del Frente 34, quien lleva casi tres décadas en las filas farianas.

A metros de donde pernoctan los guerrilleros de este frente se construirá en los próximos días la zona de concentración definitiva, a la que llegarán además una treintena de rebeldes del Frente Aurelio Rodríguez y milicianos.

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Al lugar, inhóspito por las condiciones selváticas, se accede luego de navegar cuatro horas en lancha. Pese al entusiasmo por la esperanza guerrillera de “transformar” la sociedad con “justicia social”, como reconoce Pedro, en el ambiente hay una mezcla de incertidumbre y temor provocados por los recientes asesinatos de líderes sociales.

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“Ojalá no ocurra lo que le ha ocurrido a las otras organizaciones, que apenas se han desintegrado, pues las han acabado, esperamos que no ocurra lo mismo”, dice Jordan, quien ha pasado 16 de sus 39 años con un fusil al hombro y apuesta a que 2017 sea el año en que se construya la paz de Colombia.

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