El Espectador se abstuvo de publicarla porque, de acuerdo con su editora judicial, Diana Durán Núñez, alimenta el morbo más que ofrecer información y es amarillismo judicial.

Además, después de abrir un debate interno, otros editores coincidieron con ella con argumentos como que era humillar a un ser humano, mostrar ‘sangre en la arena’, generar un sentimiento de culpabilidad tácita, “sabiendo que aún no ha sido declarado responsable directo en el ‘cartel de la toga’”.

En esa “empresa criminal”, como la llamó la Fiscalía, Ricaurte debe responder por cuatro delitos relacionados con el amañamiento de decisiones o de fallos a favor de implicados en casos que se llevaban en la Corte contra políticos colombianos.

Con base en lo anterior, los editores de El Espectador que estuvieron a favor de la publicación de la foto dijeron que era un documento periodístico, porque se trata de una noticia judicial histórica: el primer expresidente de la Corte Suprema reseñado.

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En su argumentación, Durán Núñez le da relevancia a uno de los editores que se preguntó: ¿por qué no publicar la foto de Ricaurte si en 1983 El Espectador publicó la de la reseña de Pablo Escobar cuando fue capturado en 1976?

La editora judicial justifica esa publicación porque la revelación del arresto de Escobar por narcotráfico “fue la estocada final que llevó a Escobar a salir del Congreso y convertirse en prófugo de la justicia” y en 1986 ordenar el asesinato del director de ese diario, Guillermo Cano.

Con base en eso, Durán Núñez ofrece un argumentación que gira en torno a comparar las valoraciones a favor y en contra de difundir la foto de Ricaurte, teniendo como referente la de Pablo Escobar de hace 34 años.

Pero hay un elemento que anima aún más la discusión, y la reflexión sobre las variaciones que puede tener en corto tiempo una misma política editorial.

El análisis de la editora no debió ir tan lejos y remontarse a la foto de Escobar, entre otras cosas, porque cae en un vicio de comparación: no se pueden comparar cosas muy parecidas ni muy diferentes, y este caso (comparación Escobar-Ricarte) se enmarca en la segunda condición.

¿Por qué no se pueden comparar? El primero fue un delincuente consumado, que creció y se profesionalizó para el crimen, mientras que el segundo creció y se profesionalizó para impartir justicia. Los dos, definitivamente, estaban en orillas opuestas del espectro de la justicia. Lo único que los une hoy, como lo dijeron los editores de ese medio, es que ambos protagonizan, cada uno en su tiempo, hechos de trascendencia histórica.

Más allá de ese debate, sin embargo, lo que llama poderosamente la atención es que hace solo un mes, el 17 de agosto pasado, El Espectador sí publicó la foto del hoy capturado congresista Bernardo Miguel Elías Vidal (‘El Ñoño’) también reseñado, y no reflexionó de manera tan profunda y extensa como lo hizo para evaluar si difundía o no la foto de Ricaurte.

En ese momento, el diario presentó así su información: “Un código: TD 113072956. Por sí solo no dice mucho; pero si se habla de que es el número que se le asignó al exsenador del Partido de la U, Bernardo Miguel Ñoño Elías, durante su ingreso a la cárcel La Picota, el dato resulta elocuente. Simbólico. Es el primer congresista que es enviado a la cárcel por el escándalo de corrupción de Odebrecht”.

El Espectador, foto de 'Ñoño' Elías

¿El primer expresidente de la Corte Suprema de Justicia en la misma situación de ‘El Ñoño’ no ameritaba un despliegue igual? ¿No era elocuente? ¿No era simbólico? ¿No era el primero en su clase? Argumentos suficientes para haber publicado.

Esos son los interrogantes obvios, pero hay otros más profundos: ¿Por qué una misma persona dentro de un mismo medio hace esas valoraciones selectivas? ¿Habrá habido una presunción de inocencia en un caso (el de Ricaurte) y una presunción de culpabilidad en otro (el de ‘El Ñoño’)?

Todas son preguntas que debió hacerse la persona que, como representante del medio, tomó la decisión. Y también la audiencia…

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