De Roux le dice a ‘Beltrán’, uno de los jefes de esa guerrilla, que la unión de su grupo con la extrema derecha se ha dado de manera paradójica “y por razones distintas”, pero, en todo caso, ambos quieren otra paz “que será dentro de cinco o diez años, después de miles y miles de víctimas”.

Invita a ‘Beltrán’ a dejar de “pensar en pequeño” y de “enredarse en las animadversiones y señalamientos airados de los que piensan que el problema es Santos y no pueden permitirse que Santos gane”. Para De Roux, lo que está en juego es la posibilidad de terminar la violencia política.

Después, recrimina al grupo guerrillero por los secuestrados y le remarca una diferencia entre esa denominación y la de “retenidos”, con la cual esa guerrilla califica a las personas que priva de la libertad.

“Retenidos son los soldados tomados en combates, que merecen todo respeto humanitario, pero ustedes además tienen civiles secuestrados a los que llaman “retenidos”, le dice, y añade una dura advertencia: “Basta que tuvieran un solo secuestrado para ser despreciables para siempre ante la historia y ante Dios”.

El escrito va subiendo de tono, al punto de decirle a ‘Beltrán’ que el Eln se equivoca de enemigo con el secuestro, “que no afecta al Estado capitalista sino que golpea de manera salvaje el alma de nuestro pueblo y destruye la dignidad de ustedes mismos”.

Y en la parte final, De Roux se pone dramáticamente en la mira de la guerrilla: “Negociar con las personas es un crimen tan horrible que si un día caemos cautivos en sus manos, preferimos nos maten antes de aceptar que se aplaste con unos millones de pesos el valor de la libertad, que no tiene precio”.

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