Hasta la semana pasada, el gobierno de Juan Manuel Santos parecía llevar la delantera en el manejo de las delicadas relaciones con Estados Unidos y la adminstración de Donald Trump.

Intercambios de llamadas telefónicas, saludos del embajador Juan Carlos Pinzón y declaraciones favorables al acuerdo de paz de parte de funcionarios del Departamento de Estado, hacían pensar que no habría un cambio abrupto de Washington en su política hacia Colombia, a pesar de los temores que se sembraron durante la campaña presidencial.

El anuncio de la visita de Santos a Washington el próximo mes de mayo pareció afianzar esta idea de que Trump no tiene planes de patear el tablero de la estrategia de Estados Unidos hacia Colombia.

Sin embargo, este panorama sufrió un cambio el pasado sábado, cuando se conoció el encuentro que sostuvieron los dos expresidentes colombianos Andrés Pastrana y Álvaro Uribe a la casa privada de Trump en La Florida.

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Aunque no se conocen mayores detalles de lo que se habló, y que la Casa Blanca no calificó la reunión como un encuentro oficial ni hizo declaraciones, es conocida la postura de ambos en contra de las políticas de Santos respecto de las negociaciones con las Farc, las relaciones con Venezuela y Cuba y la postura de Trump respecto del narcotráfico, el terrorismo y el comunismo.

Si bien el gobierno es el que tiene los canales diplomáticos formales, y al menos formalmente tiene de su lado la institucional, es claro que la afinidad ideológica de Trump es más cercana a la de Uribe en los temas críticos de la relación: la lucha contra el narcotráfico, el aumento de los cultivos ilícitos, la posición de Santos respecto de Venezuela y Cuba y el discurso contra el terrorismo.

La incertidumbre sobre la postura que pueda adoptar Trump es grande, en particular por lo impredecible que ha sido en el manejo de la política internacional y lo duro que ha sido con aliados naturales como Alemania y Australia, a cuyos líderes trató en un tono muy crítico.

Este lunes, tres de los alfiles clave de Santos, salieron a los medios a aclarar los efectos que pueda tener para la diplomacia colombiana este hecho político.

El embajador en Washington, Juan Carlos Pinzón, calificó como inadecuado llevar los temas de las diferencias políticas internas al exterior.

Pinzón también dijo desconocer los detalles de cómo se produjo el encuentro, en diálogo con Caracol Radio.

Desconozco, como se dio esa reunión, quién la organizó y qué temas se trataron. Pero lo que sí tengo claro, porque lo hablé con el presidente Trump, es que no es una cita formal ni es una reunión oficial”,

dijo Pinzón a Caracol.

En lo que le importa a Colombia que es conseguir dinero para temas de desarrollo, el fortalecimiento de la justicia y para tener unas fuerzas armadas capaces, las cosas están claras y eso es lo importante”,

agregó el embajador al mismo medio.

De la misma opinión fue el vicepresidente Óscar Naranjo, un aliado de vieja data de Estados Unidos, quien consideró en una entrevista en Blu Radio que no se puede establecer una diplomacia paralela.

Son los presidentes y sus cancilleres los que realmente establecen y avanzan en estas relaciones. Me parece sorprendente que rompiendo una vieja regla se esté tratando de establecer una línea diplomática paralela”,

agregó Naranjo.

Alfonso Prada, secretario de la Presidencia, dijo a su turno en W Radio,

No hay ninguna declaración de la Casa Blanca, no tenemos ninguna fotografía, ningún tipo de conclusión sobre el particular, razón por la cual le damos el alcance que exactamente los hechos están mostrando, pues una reunión casual, esperamos que no haya sido utilizada para hablar contra Colombia ni contra el Gobierno y que se respete la tradición colombiana, la tradición colombiana ha sido eterna, en la que el trámite de las relaciones internacionales siempre ha estado en cabeza del jefe de Estado del Gobierno Nacional. Y eso mantiene la dignidad”,

dijo Prada.

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