El caso de este caricaturista demuestra, según El Espectador, cómo “los discursos irresponsables de los líderes políticos nacionales fomentan la censura, silencian voces y dejan más pobre y amordazado el debate público colombiano”.

Pero no menciona a ninguno de esos líderes políticos puntualmente, pese a que, unas líneas más adelante, escribe que “partidarios del uribismo, que también se sentían ofendidos, empezaron a linchar en la picota a Matador, varios de ellos con claras amenazas contra su integridad”.

En su vaga alusión a “los políticos colombianos” entre los que se “ha vuelto costumbre reprobar el trabajo de la prensa, particularmente la que es crítica a sus aspiraciones […]”, el editorial de El Espectador sostiene que cuando esos dirigentes reprueban, “les dicen tácitamente a sus seguidores que hay que defender la patria deslegitimando el periodismo. En muchos casos, pasar de eso a la violencia es un paso muy pequeño y muy común”.

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Por eso, advierte que el compromiso con la libertad de expresión debe ser en todo momento, “no sólo en los casos extremos como el de Matador. Porque si uno de los caricaturistas más reconocidos del país siente tanto miedo que decide esconderse, ¿qué puede esperarse de todos los demás que hacen críticas incómodas en todo el país y no tienen el mismo reconocimiento y apoyo?”.

Por su parte, El Tiempo, que al comienzo de su nota editorial no admite claramente que las amenazas contra el caricaturista sean reales (habla de las “amenazas de muerte que habría estado recibiendo”), destaca la “enorme” solidaridad que ha despertado ‘Matador’ por ser “la más reciente víctima de aquel desprecio a la libertad de expresión que acaba desdibujándolo todo”.

Luego, recuerda que el caricaturista, “un crítico del poder, respetado y querido en todo el país por su gracia y por su valentía”, se ha ido de las redes luego de recibir en Twitter “una serie de mensajes que lamentablemente recordaban los días en los que los asesinos callaban a los humoristas”.

“La solidaridad con Matador, y con tantos periodistas que se sobreponen a la brutalidad, es una buena oportunidad para que sea claro que cuando un ciudadano es atacado por una broma –sea o no de nuestro gusto–, la sociedad entera está siendo atacada”, termina la nota de El Tiempo.