Lo que se percibe en las dos últimas alocuciones presidenciales es el que el Gobierno quiere vender la idea de que en Cuba se está “avanzando” en la discusión de las 500 propuestas de los promotores del ‘no’, sin detallar realmente en lo que está pasando en La Habana.

Es obvio que los delegados de las Farc tienen reparos muy serios, algunos considerados casi inamovibles, con respecto a los cambios sustanciales que los opositores al proceso pretenden que se incluyan en el nuevo acuerdo.

No obstante, y para mantener un ambiente optimista, pese a las evidentes dificultades que supone una restructuración casi completa de un documento en el que se trabajó por más de 4 años, desde la Presidencia de la República optaron por verbalizar el discurso con palabras que están entre el optimismo moderado y un cierto entusiasmo tímido que repiten sin parar.

Por ejemplo, la palabra ‘avance’ es la predilecta. Se conjuga muy bien con el adjetivo ‘importante’ y va de maravilla con otras expresiones positivas como ‘ajustes y cambios’ que son el eje central del discurso.

En la página de la Presidencia se lee:

  • “Santos anunció este lunes ‘avances muy importantes’, en el proceso por un nuevo acuerdo…”
  • “Informó, asimismo, sobre avances en los ‘ajustes y cambios…’”
  • “Hay avances en materia de la conformación del tribunal…”
  • “Asimismo, sobre avances ‘en los ajustes y cambios al capítulo de apertura democrática…’”
  • “En este ejercicio se lograron avances significativos sobre…”
  • “El país entero reclama, exige, que avancemos hacia esta esperada meta…”

Para algunos observadores desprevenidos sería fácil relacionar, en cualquier contexto, que ‘aproximaciones y acercamientos’ pueden significar ‘un avance’, pero cuando se trata de las Farc, y la dificultad de renegociar puntos que significarían ceder en participación política, elegibilidad, justicia especial, reparación económica y penas privativas de la libertad, entonces ‘avance’ se convierte en una palabra políticamente correcta.

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